DOMINGOS SIN BAJÓN

Año XIX | Nº 1221 – Buenos Aires – Argentina
REVISTA MÍA, SEMANARIO FEMENINO
Sección Psicología
Por Adriana Aboy Fuente
Asesoramiento: Licenciada Iris Pugliese, especialista en terapia de parejas y familiar.

Descubra cómo salir de la soledad, las obligaciones y el encierro y convierta sus fines de semana en inolvidables días de luz, libertad y diversión.

Para unos, el viernes a la noche es la entrada triunfal al fin de semana, lleno de promesas de descanso y diversión. Pero para muchos otros, es el ingreso a un túnel que empieza sombrío el sábado y termina en un domingo negro.
Quienes no soportan el fin de semana, ponen en el domingo, especialmente por la tarde, toda la culpa. Incluso, si tienen actividades o lo dedican al descanso. Vale la pena, entonces, averiguar qué pasa con este conflicto y cómo, los que padecen los fines de semana, pueden convertirlos en los dos mejores días de la semana.

¿Será la agenda llena?

El fin de semana arranca el sábado bien tempranito yendo a correr o a la práctica del deporte favorito, de shooping o al supermercado. Sigue llevando y trayendo a los chicos de talleres, cumpleaños y encuentros. Termina con una ducha exprés antes de cambiarse para ir a la casa de amigos, al cine o a bailar. El domingo, siguen corriendo las agujas del reloj mientras planchamos, ordenamos tareas escolares y emprolijamos apenas las uñas.
¿Por qué al finalizar el bendito fin de semana no se pudo cumplir con lo planeado? Simplemente porque la agenda sobrecargada es el mejor camino para terminar haciendo la mitad de lo planeado, con la frustración que eso significa y la deuda que deja para el próximo fin de semana.
Este obstáculo se salva volviendo a aprender a disfrutar del ocio. Muchas veces, las ideas más creativas y las mejores demostraciones afectivas nacen de esos maravillosos momentos en los cuales uno, simplemente, se dedica a no hacer nada. ¿De qué manera hubiera podido nacer la filosofía si Aristóteles, Sócrates o Platón, caminando en compañía de sus discípulos, no hubieran dedicado horas al diálogo y al ocio creativo?

¿Qué puede hacer?:

➤ Aprender a delegar y a pedir ayuda a la pareja, a los hijos o a una amiga solidaria para hacer con muchas manos lo que sus únicas dos no alcanzan a terminar.
➤ Dejar a los chicos, de vez en cuando, en casa de abuelos, tíos o amigos para darse la posibilidad de estar a sola con usted misma o con su pareja, aunque más no sea para caminar al aire libre, charlar o mirar un atardecer junto al río.

Debo vs. Quiero

Normalmente, de lunes a viernes, se vive inmerso en presiones y rutinas. Aún los más pequeños están sometidos a esta ley inmodificable: si a ella le sumamos que los sábados a la noche vamos a cenar a lo de una hermana y los domingos al mediodía a almorzar a la casa de la madre, entonces, es muy poco lo que le queda al deseo y las ganas de…
Las rutinas fijas y los compromisos familiares inmodificables, a la larga, terminan convirtiendo el placer de compartir un momento en una pesada obligación que hace que nos sintamos terriblemente culpables de lo que nos sucede, tanto si cumplimos como si nos excusamos detrás, en general, de mentiras piadosas.
A las obligaciones afectivas, se agrega, durante el fin de semana, la limpieza y el orden en la casa que terminan con el poco espacio para el placer que quedaba libre.
Frente a este panorama, decir “no” es un paso importantísimo para que un fin de semana se convierta en ese oasis que todos deseamos. Piense que negarse no duele como sacarse una muela, el tiempo que demanda no es mayor que el que va a usar para decir que “sí” y puede evitar que hagamos algo que no queremos.

El mal peor: la soledad

En la era de la comunicación, cada vez son más las personas que están y se sienten solas. Muchas son las razones: el desarraigo de quienes dejan su lugar de origen por distintos motivos, la forma en la que se vive en las grandes ciudades y sus relaciones interpersonales tan frías y distantes, el aumento de los divorcios y las separaciones, el auge de los valores individualistas, la ambición laboral desmedida, las profesiones solitarias, la competitividad y, de especial modo en los adultos mayores, la pérdida de afectos.
Con el paso del tiempo, la persona solitaria tiende a volverse insegura y cada vez le cuesta más relacionarse con los demás (muchas veces se muestra huraña, un poco agresiva y puede llegar a dar respuestas defensivas sin ningún motivo).
Esta situación se tapa de lunes a viernes con la vorágine de la actividad laboral o el cuidado de los nietos, pero se siente a full los fines de semana cuando el ritmo cesa, todos se van y se produce un terrible hueco muy difícil de llenar.

Existen dos alternativas ante esta situación:

1) Negarse a adoptar conductas autodestructivas como aburrirnos, lamentarnos, comer en exceso, beber alcohol, consumir psicofármacos o pasarse largas horas frente al televisor.
2) Echar mano de recursos positivos como ir armándose de a poco una red social conociendo gente que tengan gustos afines, concurriendo a fiestas, bailes o lugares de encuentro para gente sola, viajando en grupo o participando en tareas de voluntariado.

¡Qué linde finde!

Empezar el sábado y terminar el domingo con alegría y bienestar es disfrutar de un tiempo de libertad y goce que sobreviene cuando se pudo cumplir con las obligaciones de la semana laboral y nos disponemos a usar el propio tiempo como mejor nos plazca.
Para lograrlo, hay que ser capaz de conectarse con uno mismo y preguntarse quién se es y adónde se quiere ir o llegar en la vida, algo más trascendente que elegir la película para ver o el restaurante bueno y barato.
En una sociedad armada para “hacer por hacer” y siempre en compañía (de quien sea), el poder dedicar algún rato aunque más no sea a estar solo y en silencio para escuchar la voz interior puede resultar una cosa incómoda y rara, digna de un yogui. Pero los grandes cambios, las grandes decisiones de una persona no se toman en medio de gente sino en soledad. Y esas grandes decisiones son las que permitirán en algún momento disfrutar de un fin de semana al sol.

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