DESPUÉS DE LOS FUMADORES… Ahora van por los gordos

REVISTA actitud* UNA REVISTA QUE NO ES INDEPENDIENTE, Nº 11, aÑO 1, SECCIÓN SALUD, OCTUBRE/2006.

Por María Álvarez. Asesoramiento: Lic. Iris Pugliese

A través de una ley, en EE.UU. se prohibiría el consumo de comidas con alto porcentaje de grasas artificiales.

Un estudio de tres economistas de Estados Unidos reveló que los gastos sanitarios relacionados con la obesidad y el sobrepeso se aproximan a los relativos al tabaquismo. Los primeros representan un 9,1 por ciento, mientras que los segundos se sitúan entre el 6,5 y el 14 por ciento. Vale aclarar que en ese país, más de la mitad de la población es obesa y tiene sobrepeso. Bastó que el informe se hiciera público para que el secretario de Sanidad, Tommy Thompson, pidiera a las grandes cadenas de fast food que tomaran buenas medidas para los norteamericanos y que comenzaran a preparar comidas más equilibradas. Nueva York optó por tomar el toro por las astas y su Junta de Salud votó un proyecto que prohibiría a los restaurantes de la ciudad servir comidas que contengan altos porcentajes de grasas artificiales. De aprobarse, no tardará en extenderse al resto de los Estados, y tampoco en atravesar las fronteras.

Otro informe, elaborado por científicos de la Universidad de Carolina del Norte, concluye en que hoy en el mundo son más los obesos que los desnutridos (alrededor de 1.000 millones con sobrepeso, contra 800 millones de malnutridos). De acuerdo con estos datos, el aumento en el porcentaje de obesos se debe a que si bien las clases extremadamente pobres del mundo en desarrollo siguen siendo desnutridas, en los estratos más altos, que son pobres también, se combina la malnutrición con el exceso de grasas e hidratos de carbono. El problema, según el estudio, reside en que la comida chatarra es mucho más barata y accesible que las frutas y verduras, e insta a los gobiernos, como una de las estrategias posibles y eficaces para revertir la situación, a subsidiar la producción de esos alimentos de forma tal que sean accesibles a un mayor número de personas.

La expectativa de vida en los obesos disminuye en siete años a partir de los 40, ya que la obesidad es una enfermedad sistemática (afecta múltiples órganos). Y está asociada con una mayor prevalencia de diabetes y ciertos cánceres, hipertensión arterial, dislipemias, enfermedades cardiovasculares y trastornos respiratorios, explica el doctor Alberto Nagelberg, médico especialista en Endocrinología del Hospital Durand. La obesidad se define como un exceso de grasa corporal cuya magnitud y distribución afecta la salud del individuo. Si bien muchos obesos suelen presentar cierta compulsión hacia la comida, sólo un porcentaje tiene adicción a la misma. Es una enfermedad de origen multifactorial; en su desarrollo intervienen varios factores: genéticos, ambientales (alimentación hipercalórica y rica en grasas, con exceso de azúcares, falta de fibra y sedentarismo), socioeconómicos y psicológicos, agrega.

La obesidad como el tabaquismo representan serios problemas para la salud, pero las prohibiciones lejos de ser un remedio, suman un problema más al calvario del enfermo. Aunque no se ha demostrado que exista un trastorno específico en la personalidad del obeso, es común observar que sufren diversos trastornos psicológicos. La sociedad actual los discrimina y esto les ocasiona consecuencias en la autoestima que los lleva a vivir sentimientos de desvalorización que les dificulta su relación con otras personas. La historia personal, sumada a los conflictos generados por la presión social, genera una serie de patologías psiquiátricas, tales como angustia, depresión, ansiedad y trastornos alimentarios compulsivos, sostiene el facultativo.

A pesar de que los especialistas aseguran que algunos obesos no son adictos a la comida, es innegable que sus hábitos relacionados con ella distan bastante de aquellos para quienes el sobrepeso no es problema. Las adicciones son dependencias graves con consecuencias devastadoras en la vida real, que afectan negativamente y deterioran los vínculos familiares y sociales, también la salud (física y mental) y la capacidad de inserción social adecuada, detalla en la Argentina la licenciada en Psicología Iris Pugliese. Las opiniones están divididas con respecto a cuáles son las causas que llevan a una persona a convertirse en adicta. Mientras unos se inclinan por considerar que el enfermo tiene poco poder de decisión sobre el comienzo de su adicción, otros creen que los comportamientos adictivos son una elección y que sobrevienen como resultado del contacto frecuente con aquello que lo hace dependiente. Algunos autores enfatizan la importancia de la predisposición, es decir, la personalidad adictiva. En el caso de las adicciones físicas como el alcoholismo, la drogadependencia o el tabaquismo, están quienes creen que la susceptibilidad a ser adicto se transmite genéticamente. También están los que sostienen que es el resultado de comportamientos repetitivos, que en ciertas personas conducen a una dependencia física o psicológica. De todas formas, la clave de la adicción es una necesidad o dependencia obsesivo compulsiva hacia una sustancia, un objeto, una relación, una actividad o una cosa. Cualquier persona puede ser adicta a casi cualquier cosa, asegura la licenciada Pugliese.

Los especialistas coinciden en que detrás de cualquier “dependencia” se esconde una personalidad con baja tolerancia a la frustración, que ante el menor contratiempo se desequilibra y angustia, y que necesita para recuperar el estado de placidez y reducir la ansiedad entrar en contacto periódico con el objeto de deseo que lo esclaviza. Difilcilmente, entonces, las vedas por decreto logren lo que en apariencia dicen buscar: una vida más saludable para todos. La solución es la toma de conciencia por parte del adicto de que dicha esclavitud es altamente dañina para su salud física, psíquica y económica. También pueden contribuir las campañas emprendidas desde el Estado a fin de proponer métodos alternativos más constructivos para bajar la ansiedad, como son la psicoterapia y la psicoeducación, apunta la psicóloga.

UN SINFÍN DE DOLENCIAS

No sólo es riesgoso para la salud el exceso de grasa corporal generalizada, además existe la llamada “grasa visceral”, que es la localizada en el abdomen. Puede evaluarse indirectamente midiendo con un centímetro el perímetro de cintura (el menor contorno del tronco), siendo patológico cuando es mayor de 80 cm en la mujer y mayor de 94 cm en el hombre. La grasa visceral produce sustancias que originan “insulinorresistencia”. La insulina es una hormona que permite introducir la glucosa en las células, pero en muchos obesos su acción está disminuida y sus células se vuelven resistentes. La “resistencia a la insulina” puede generar diabetes y enfermedades cardiovasculares y manifestarse en piel como “acantosis nigricans” (engrosamiento negruzco en cuello, axilas e ingles). Se asocia con el síndrome metabólico, un conjunto de alteraciones metabólicas que predisponen al desarrollo de diabetes y aumentan el riesgo cardiovascular. También se asocia con el síndrome de ovario poliquístico, que es la patología endócrina más frecuente en mujeres en edad reproductiva y se caracteriza por trastornos menstruales, aumento de vello y/o acné. Otra patología que se observa entre el 70-90% de obesos es la esteatosis hepática no alcohólica, que consiste en el depósito de grasa en el hígado, entidad benigna, asintomática, que en algunos casos puede llevar a la cirrosis. ¿Cómo se determina si hay obsesidad? Calculando el índice de masa corporal (IMC), que es la relación entre el peso y la altura. Un individuo tiene peso normal si su IMC se encuentra entre 18,5-24,9, tiene sobrepeso con IMC entre 25 y 29,9 y obesidad cuando es superior a 30.