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EL SÍNDROME DE PETER PAN: NO QUIERO CRECER

Friday, May 19th, 2006

Portal de Ciudad 19/05/2006

Independientemente de su edad, se comportan como eternos adolescentes: cuáles son las características de los eternos niños.
Cecilia Galli

“La semana pasada dejamos a nuestro hijo en casa y nos encontramos con viejos amigos –relata Karina, una profesional de 30 años-. Ni bien llegamos, nos dio un poco de envidia: todos parecen de 20; tienen vidas sin preocupaciones, es como si fueran eternos estudiantes”.

Claro que el panorama cambió cuando, después de un rato, uno de sus amigos comenzó a quejarse de que la última de una seguidilla de novias acababa

de dejarlo porque él “no maduraba”, y Karina pudo ver la contracara de esa eterna juventud y libertad.

La caracetrística de las personas (que pueden ser varones o mujeres) que se niegan a madurar fue bautizada como síndrome de Peter Pan por el psicólogo Dan Kiley a principios de los ‘80. El nombre que le dio a esta característica está basado en el personaje del eterno niño creado por James Barrie.

La psicóloga Iris Pugliese, co-directora del Centro Psicoanalítico Argentino, cuenta entre los síntomas del síndrome “la falta de responsabilidad, actitudes de desamparo, extorsión emocional y una alegre y despreocupada visión de la vida”. Y dice que estas personas, independientemente de su edad, siguen actuando y sintiendo como adolescentes.

“Sería, por simplificar, tener un cuerpo de adulto con una mentalidad de niño”, ejemplifica. Y agrega que si no se supera esta fase, el problema ocasiona quejas emocionales, como baja autoestima: “ya que lo quiere todo, no quiere renunciar a nada de lo que tiene ni está dispuesto a poner nada de su parte para conseguir las nuevas metas y objetivos. No obstante, se queja y echa siempre la culpa a los demás. No se siente parte del problema o dificultad”.

Iris Pugliese advierte que, mientras que estas personas suelen ser muy divertidas “y a su lado todo parece

pura alegría de vivir”, tratan de evadir responsabilidades, se refugian en sus fantasías y culpan a los demás de lo que les pasa.

El psicólogo Andrés Sánchez Bodas, Director de Holos San Isidro, atribuye este problema a dos causas. Por un lado, está el factor social: con el alargamiento de la expectativa de vida, los tiempos en los que las personas alcanzan diferentes metas se han atrasado; por eso, ahora se considera que la adolescencia puede durar hasta los 30 años. Por otra parte, aparecen los motivos personales: las personas que “no quieren crecer” ven como ventajas el no asumir compromisos ni responsabilidades. “Además –observa-, hay una valoración exacerbada de la juventud”, planteada especialmente por los medios de comunicación. Y explica que este mecanismo genera “una vuelta a la histeria; a vivir solamente en el presente”.

Sánchez Bodas señala que el seguir eternamente instalados en la adolescencia supone una gran inseguridad personal y un temor al fracaso y a las responsabilidades. Y aclara que una vez que la fase “Peter Pan” se termina, las personas sienten una gran soledad y angustia.

Hacen falta dos

El corolario del síndrome de Peter Pan es el complejo de Wendy. Wendy es aquella persona (que puede ser hombre o mujer) que cuida y apaña al que

acepte ser el blanco de sus cuidados. Muchas veces, cuando hay un “Peter Pan”, tiene a una “Wendy” a su lado.

Iris Pugliese explica que como las conductas ejercidas durante muchos años no se modifican fácilmente, la mejor indicación para este problema sería una terapia psicológica. Y que el o la Peter Pan se enfrente a las consecuencias de sus actos.

La psicóloga deja una reflexión: “Con el tiempo, todos nos convertimos en personas grandes, independientemente de lo que hagamos o no por nuestras vidas. Sin embargo, llegar a adultos, en el sentido pleno de la palabra, requiere esfuerzo. Para llegar a ser adulto, una persona debe elegir serlo y empeñarse en lograrlo. Y lo primero es aceptar la responsabilidad por lo que uno es y por lo que uno hace; y esto implica no evadir las obligaciones y responsabilidades; no utilizar excusas para justificar sus propias conductas.”

Cómo son Peter Pan y Wendy

Iris Pugliese caracteriza a los dos tipos de personalidad, que se complementan.

“Peter Pan –explica- tiene un deseo enorme de que los demás cubran sus necesidades; si no es así, se enfada. Su comportamiento sigue siendo el de un o una adolescente”.

· Le seduce más el País de Nunca Jamás (que representa a la juventud, que tiene idealizada), que su momento real (madurez).

· Tiene miedo a la soledad.

· Es inseguro/a, aunque no lo demuestre.

· Su actitud está más centrada en recibir, pedir y criticar que en dar, querer o hacer.

· No está hecho/a para la vida adulta, no se puede comprometer, ya que cree que el compromiso será un obstáculo para su libertad.

· Peter Pan tiene al lado a otra persona que cubre estas necesidades básicas (Wendy).

· No se responsabiliza de lo que hace, pero cree que los otros sí lo hacen.

· Está centrado/a en sí mismo/a: sus disgustos, su estrés, su excesivo trabajo.

· Aunque disfrute de éxito profesional y económico, se da cuenta de que su vida no tiene la firmeza ni la estabilidad que le gustaría.

· Está insatisfecho con lo que tiene, pero no hace nada por solucionarlo.

“Wendy desarrolla un rol de madre protectora que asume las responsabilidades que Peter Pan no digiere –define la psicóloga-. Está influenciada por un modelo de padres en que se ha sentido excluido y asumirá el papel de los padres que no ha tenido y lo pondrá en práctica con alguien que se deje cuidar por ella”.

· Necesita sentirse respaldada/o

· Disponible

· Se siente solo/a

· Tiene inseguridad

· Siente malestar

· Está en una posición incómoda

· Siente que la persona a quien cuida abusa de su buena fe

· No hace nada para cambiar la situación por no provocar el conflicto

Datos

El Centro Psicoanalítico Argentino (CPA) se dedica a la asistencia psicológica, docencia e investigación. Informes: (011) 4863-0558.

HASTA CUÁNDO LOS PADRES “BANCAN” A LOS HIJOS

Sunday, May 14th, 2006

Diario La Nación, Información general, 14/05/2006
Por Soledad Vallejos. Foto: Mariana Araujo

“Adultescentes”: un fenómeno que se extiende

Rondan los 30 años; muchos son profesionales y tienen trabajo, pero por diversos motivos aún se resisten a independizarse.

En España se popularizó como el síndrome de Peter Pan. En algunos países de América latina se los bautizó “adultescentes” y en los Estados Unidos también se los llama kidults (por la unión de las palabras kid, niño, y adult, ´adulto ). Se trata de un fenómeno social que, con distintas denominaciones, echa raíces y se extiende por todo el mundo: los hijos que postergan su independencia y continúan viviendo en la casa de sus padres.

Muchos son profesionales, tienen trabajo y, en algunos casos, también pareja estable. Rondan los 30 años y forman parte de una generación que se resiste por algún motivo -o, mejor dicho, varios- a cortar definitivamente el cordón umbilical en busca de una autonomía y un espacio propio.

Es el caso de Esteban Abud, un joven de 26 años que, según confesó a LA NACION, no tiene ningún apuro por irse de la casa donde vive con toda su familia. “Vivo con mi mamá, mi papá y mis hermanos, y como la casa es grande cada uno tiene su intimidad. La mayor parte de mi sueldo la destino al ahorro porque, si tengo que pagar un alquiler en este momento, los números no cierran. Antes de mudarme tengo otros planes, como un viaje a Europa, por ejemplo.”

Pero ante este panorama, ¿qué piensan los padres? ¿Hasta cuándo están dispuestos a vivir bajo el mismo techo con sus hijos y asistirlos económicamente? De acuerdo con los entrevistados, la mayoría comprende la situación por la que atraviesa la generación actual de jóvenes, y en consecuencia respalda la decisión de sus hijos.

“Yo me fui de mi casa cuando me casé, a los 25 años -recuerda Esteban Abud padre-. Pero con mi mujer pudimos comprarnos una casa y formar una familia siendo muy jóvenes, algo que hoy para nuestros hijos resultaría casi imposible. Los sueldos promedio de los jóvenes son muy bajos, y el valor de las propiedades está por las nubes. Para vivir solo también hay que tener los recursos para mantenerse”

Al mismo tiempo, Abud padre reconoce otros cambios culturales. “Los jóvenes son más reticentes a formalizar; la etapa educativa es más extensa, y las familias, mucho más contenedoras.”

Desde una perspectiva psicoanalítica, Iris Pugliese, codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino, los define así: “Hombres y mujeres que no quieren crecer; el problema surge con la negación de superar la etapa de la adolescencia y resistirse a afrontar responsabilidades de la vida adulta”.

Dijo el padre de Ricardo Sena, un joven profesional de 29 años: “Las cosas eran muy distintas en otra época. Yo me fui de mi casa a los 19 años, con un colchón y un bolso de ropa; nada más que eso. En cambio, los chicos ahora están demasiado cómodos; tal vez les cuesta comprender que el esfuerzo también forma parte del aprendizaje. En lugar de alquilar, Lisandro tiene aspiraciones de poder comprar un departamento, y en ese sentido apoyamos su decisión”.

Costos y beneficios

Para el economista Abel Viglione, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), las cuentas claras conservan la armonía familiar. “Yo financio hasta los 25 años, lo que incluye estudios universitarios e incluso un posgrado. A partir de ahí, con un ingreso económico asegurado, el que se quiere quedar, paga. Tener todos los beneficios de vivir con mamá y papá, lo cual se resume en la comida, la cama hecha y la ropa limpia, también tiene su costo”, opina Viglione, que vive con su mujer y sus hijos de 19, 21, 23 y 25 años.

“El de 25 ya es un adulto que tiene independencia económica, y en lugar de pagar por el bed and breakfast en casa eligió alquilar un departamento, aunque todavía no se mudó. Para que la libertad sea total, es necesario asumir ciertas obligaciones”, asegura.

Por otra parte, Viglione reconoce que el aumento de la expectativa de vida es un factor importante para los herederos de Peter Pan. “Hoy, en la Argentina, es de 75 años, y por eso muchos jóvenes retrasan decisiones importantes. Tiempo, precisamente, es lo que les sobra.”

Como en todo hecho social contemporáneo, la socióloga María Constanza Street, docente de la Universidad de Buenos Aires, advierte que detrás de este fenómeno se esconden múltiples causas. “La actual precariedad laboral y la dificultad de acceso al crédito privado los condiciona. Y para los padres también resulta más difícil ayudar económicamente a sus hijos; por eso una forma de colaborar es dejar que destinen sus ingresos al ahorro y al consumo personal en vez de colaborar con el presupuesto de la casa.”

A este tipo de acuerdo llegaron Gastón Farías y su mamá mientras viven juntos en Melchor Romero, a 10 kilómetros del centro de La Plata. “Siempre que puede, Gastón aporta, pero yo no le puedo exigir más de lo que hace. Creo que a un hijo, por más grande que sea, no se lo puede echar de la casa como a un extraño, y hasta que pueda tener su lugar sabe que acá siempre tendrá las puertas abiertas”, dice Alicia Farías, su madre.

Para enriquecer el debate, Gabriel Sedler, psicólogo y especialista en jóvenes, aporta otra teoría. “Montados sobre el discurso de la crisis económica y la falta de inserción laboral, se suman otros motivos: irresponsabilidad, padres sobreprotectores y un ambiente de crecimiento con demasiadas libertades y ningún tipo de exigencias. Pero esto después tiene sus costos, ya que en cierta etapa de la vida, donde los padres deberían estar pensando más en descansar, recuperar su intimidad y algunos hábitos postergados durante la crianza de sus hijos, continúan trabajando para mantenerlos. Todas las inquietudes siguen concentradas en ellos, y eso los convierten en majestades pero sin reino propio.”

Independencia sin riesgos

Perder el nivel de confort garantizado bajo el techo familiar es un riesgo al que estos jóvenes no están dispuestos a exponerse. Según esta premisa, se inscribe el caso de Leandro N. Sánchez, de 28 años, que no quiere sacrificar el nivel de vida que lleva por irse a vivir solo. “Con mis viejos me llevo muy bien y no hay ningún tipo de conflicto. La verdad es que así estoy muy cómodo; hasta tengo salida independiente a la calle a través del garaje.”

Muchos de estos ejemplos, seguramente, habrán inspirado al periodista y conductor Rolando Hanglin para recrear en su programa radial a un personaje llamado Gon, un encantador muchacho de 36 años que no quiere abandonar el paraíso familiar; un sketch cómico y de tono burlón que, en definitiva, no deja de ser una ácida crítica social a nuestros herederos de Peter Pan y sus respectivos padres.

CASOS REALES: “SUEÑO CON ENCONTRAR A MI HERMANA”

Monday, May 1st, 2006

REVISTA COSMOPOLITAN, MAYO/06

Por Josefina Licitra. Asesoró: Lic. Iris Pugliese.

Clara Petrakos es hija de desaparecidos y hace diez años junta información que la acerque a Victoria, su hermana nacida en cautiverio.

Gracias a una cadena de e-mails su caso se conoce en el mundo entero.

“Recién a mis dieciocho años, cuando conocí a Pablo, mi marido, y sentía que mi presente se estabilizada, el pasado vino a tocar mi puerta…”.