EL TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL: PREOCUPACIÓN EXCESIVA POR LA ESTÉTICA

Portada sitio Ciudad.com.ar y link a Clarín, 1º/03/06.
Por Alice M. Pollina
La preocupación excesiva por la estética de un rasgo físico puede provocar un trastorno que genera una imagen distorsionada del propio cuerpo.

Carolina es empleada en una boutique, tiene 32 años y está obsesionada con su cutis. “Estoy muy arrugada para la edad que tengo, mis amigas tienen la piel lisa, no como yo -dice angustiada-. Me tapo las patas de gallo con el pelo, y en los espejos de los probadores siempre controlo que estén bien escondidas”. Las arrugas a las que se refiere son en realidad pequeñas marcas de expresión, pero ella no lo ve así. Los surcos que imagina no la dejan tener una vida normal, se ruboriza cuando la miran a los ojos, evita ir a lugares concurridos, se aisla y se siente insegura. “Siempre tengo la sensación de que los clientes del negocio se van comentando lo arrugada que estoy”, supone Carolina que ya se tocó varias veces el entrecejo recorriendo con el dedo una línea casi imperceptible.

La preocupación por el aspecto físico es un signo de los tiempos que corren pero cuando es excesiva puede convertirse en una obsesión y, por lo tanto, en una patología. Verse bien o tener un cuerpo perfecto son los objetivos de millones de adolescentes, mujeres y también hombres que buscan alcanzar el modelo que imponen los medios de comunicación y terminan percibiendo una imagen distorsionada de su propio cuerpo. Esta situación puede llevar a patologías del espectro obsesivo compulsivo (EOC) como la bulimia o la anorexia, el trastorno dismórfico corporal o hasta a la adicción a las cirugías estéticas.

Pero estos trastornos son apenas un síntoma de otros padecimientos. “Enmascarado en esto se puede esconder otro conflicto. Las personas ansiosas, obsesivas, inseguras pueden condensar en un defecto físico otras cuestiones no resueltas de su vida – explica la Licenciada en Psicología Silvia Goldenberg de la Fundación Ciap (Centro de Investigación y Asesoramiento en Psicología)-. La teoría psicoanalítica habla del origen de la anorexia vinculada a secretos o muertes en la familia, o relaciones competitivas entre madre e hija”.

El trastorno dismórfico corporal, también conocido como dismorfofobia es una preocupación muy exagerada por un defecto corporal que, si existe, es leve. “Se convierte en una obsesión la idea de que hay uno o varios rasgos físicos que son feos o desproporcionados por los que se siente vergüenza y temor al rechazo social – describe la Licenciada en Psicología Iris Pugliese, codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino-. En algunos casos, este pensamiento lleva a la depresión y al fracaso en varias áreas sociales”.

Las quejas de las personas con trastorno dismórfico corporal suelen ser específicas (por ejemplo: labios demasiado finos o nariz grande) pero también muy vagas. Muchas veces los afectados suelen hablar de su “fealdad” sin entrar en detalles. También pasan horas frente al espejo verificando el defecto una y otra vez, o por el contrario evitan totalmente las superficies reflectantes, ocultan los rasgos que ven “feos” con ropa, barba o rellenos, piden opiniones para tranquilizarse momentáneamente, creen que la gente los observa y algunos recurren a tratamientos estéticos o cirugías.

“Muchas personas se hacen una mamoplastía o rinoplastía porque imaginan que tienen una deformidad. Pero, ninguna operación hará que se vean mejor”, afirma Pugliese. Y Goldenberg agrega: “Siempre hay un desencadenante, factores constitutivos, genéticos y también la historia de esa persona, situaciones de pérdida, depresión, patologías de vacío que la persona que acude al consultorio de un cirujano plástico intenta rellenar. Algo que no está y que probablemente nunca vaya a estar; en todo caso la cuestión sería poder aceptar eso y ver cómo encarar la vida desde otra perspectiva. También hay desencadenantes sociales como el no tener un lugar en el campo laboral si no se tiene determinada edad”.

“El Trastorno Dismórfico Corporal es una patología psicológica que si no se revierte con psicoterapia y eventual tratamiento psicofarmacológico aunque se lo opere puede reaparecer la queja con respecto a otra parte del cuerpo – expresa Pugliese-. Las cirugías no corrigen las obsesiones”.

El tratamiento debe ser generalmente psicoterapéutico y psicofarmacológico. “Primero no minimizar el problema, tomarlo realmente como un trastorno – advierte Goldenberg-. No es algo voluntario, es inconsciente para el paciente, que está mostrando la punta de un iceberg. Un tratamiento daría la posibilidad de ahondar en las bases de ese conflicto y la oportunidad de resolverlo”.