Archive for March, 2006

El AMOR CRÍTICO, UN PELIGRO EN LA PAREJA

Monday, March 20th, 2006
(RPP Noticias)

Portada sitio Ciudad.com.ar y link a Clarín
“No entiendes nada sonso”, “tontita”, “eres mi bebé”, algunas de estas expresiones resultan “amorosas” pero llevan consigo una descalificación. En algunas parejas la agresión sutil menoscaba la autoestima de los dos. Pero ¿cómo salir de esa situación?

En ciertas ocasiones al interior de la pareja se agrede sutilmente al otro. Es muy común que la persona agredida no advierta que esto sucede y lo tome como natural. Uno de los integrantes de la pareja utiliza palabras “livianas” o hipercríticas que terminan socavando la autoestima del otro.

“Esto se da en vínculos en los que, generalmente, uno de ellos se siente superior, entonces trata de denigrar a su pareja. Se sienten inseguros y compiten o tienen miedo a que los abandonen, quieren dominar la relación entonces descalifican”, así lo afirma Nélida Gastaldi, Licenciada en Psicología de la Fundación Centro de Investigación y Asesoramiento en Psicología.

Estas personas no toleran las relaciones afectivas basadas en la simetría ni en la igualdad de derechos y oportunidades. “No establecen relaciones de empatía y la pareja suele ser un objeto de sus necesidades de poder”, afirma Iris Pugliese Licenciada en Psicología y codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino.

Los agredidos suelen acostumbrarse a los maltratos que pueden ser físicos o psicológicos. “generalmente son personas que ya pasaron por esta situación similar en su vida, con la familia, en sus vínculos más tempranos y por ese motivo han elevado su umbral de tolerancia al dolor o sufrimiento emocional. Por ese motivo pueden soportar una carga emocional inusual y su baja autoestima les hace suponer que son merecedores del maltrato”.

Si la persona no tiene un entorno social puede quedar atrapada en esa vivencia y termina creyéndose que es como dice su pareja. “Evita salir, empieza a querer pasar desapercibida pero no porque quiera sino porque teme ser descubierta en esa minusvalía.

Esto al mismo tiempo, en su mundo interno, le genera mucho malestar se vuelve agresiva con esa persona, siente resentimiento para con el resto de las personas. Al no expresarlo termina haciendo crisis en su cuerpo con situaciones somáticas bastante significativas, se comienza a enfermar psíquica o físicamente”.

“Una persona sana frente a las reiteradas actitudes hipercríticas de su pareja, intenta poner las cosas en su lugar defendiendo sus puntos de vista e intereses personales, y si no lo consigue se aleja de esa relación. No admite que su pareja le jure o perjure cambios de actitud que son meras quimeras. Advierten las mentiras y los intentos de manipulación”.

En una dinámica enfermiza, la persona dominante goza de derechos y atribuciones que le permiten disfrutar de libertad para desenvolverse socialmente. “Mientras que la persona subyugada, gira como un satélite alrededor del otro, pero acompañando el devenir del otro, sin fuerza propia. La persona dependiente, no es capaz de sobresalir en la vida porque tampoco es capaz de salir adelante sola. No se conoce a sí misma; actúa en función del otro”.

La única manera de terminar con la agresión es la de fortalecerse uno mismo a través de un tratamiento psicológico. “Si la agresión se puede advertir de entrada y enfrentar, es posible que el juego de fuerzas se equilibre. De lo contrario, lo más saludable es romper el vínculo que se suponía “amoroso”. Siempre es conveniente intentar comprender las causas de un vínculo sometido-sometedor a fin de no repetir experiencias que erosionan la personalidad”.

EL TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL: PREOCUPACIÓN EXCESIVA POR LA ESTÉTICA

Wednesday, March 1st, 2006
Portada sitio Ciudad.com.ar y link a Clarín, 1º/03/06.
Por Alice M. Pollina
La preocupación excesiva por la estética de un rasgo físico puede provocar un trastorno que genera una imagen distorsionada del propio cuerpo.

Carolina es empleada en una boutique, tiene 32 años y está obsesionada con su cutis. “Estoy muy arrugada para la edad que tengo, mis amigas tienen la piel lisa, no como yo -dice angustiada-. Me tapo las patas de gallo con el pelo, y en los espejos de los probadores siempre controlo que estén bien escondidas”. Las arrugas a las que se refiere son en realidad pequeñas marcas de expresión, pero ella no lo ve así. Los surcos que imagina no la dejan tener una vida normal, se ruboriza cuando la miran a los ojos, evita ir a lugares concurridos, se aisla y se siente insegura. “Siempre tengo la sensación de que los clientes del negocio se van comentando lo arrugada que estoy”, supone Carolina que ya se tocó varias veces el entrecejo recorriendo con el dedo una línea casi imperceptible.

La preocupación por el aspecto físico es un signo de los tiempos que corren pero cuando es excesiva puede convertirse en una obsesión y, por lo tanto, en una patología. Verse bien o tener un cuerpo perfecto son los objetivos de millones de adolescentes, mujeres y también hombres que buscan alcanzar el modelo que imponen los medios de comunicación y terminan percibiendo una imagen distorsionada de su propio cuerpo. Esta situación puede llevar a patologías del espectro obsesivo compulsivo (EOC) como la bulimia o la anorexia, el trastorno dismórfico corporal o hasta a la adicción a las cirugías estéticas.

Pero estos trastornos son apenas un síntoma de otros padecimientos. “Enmascarado en esto se puede esconder otro conflicto. Las personas ansiosas, obsesivas, inseguras pueden condensar en un defecto físico otras cuestiones no resueltas de su vida – explica la Licenciada en Psicología Silvia Goldenberg de la Fundación Ciap (Centro de Investigación y Asesoramiento en Psicología)-. La teoría psicoanalítica habla del origen de la anorexia vinculada a secretos o muertes en la familia, o relaciones competitivas entre madre e hija”.

El trastorno dismórfico corporal, también conocido como dismorfofobia es una preocupación muy exagerada por un defecto corporal que, si existe, es leve. “Se convierte en una obsesión la idea de que hay uno o varios rasgos físicos que son feos o desproporcionados por los que se siente vergüenza y temor al rechazo social – describe la Licenciada en Psicología Iris Pugliese, codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino-. En algunos casos, este pensamiento lleva a la depresión y al fracaso en varias áreas sociales”.

Las quejas de las personas con trastorno dismórfico corporal suelen ser específicas (por ejemplo: labios demasiado finos o nariz grande) pero también muy vagas. Muchas veces los afectados suelen hablar de su “fealdad” sin entrar en detalles. También pasan horas frente al espejo verificando el defecto una y otra vez, o por el contrario evitan totalmente las superficies reflectantes, ocultan los rasgos que ven “feos” con ropa, barba o rellenos, piden opiniones para tranquilizarse momentáneamente, creen que la gente los observa y algunos recurren a tratamientos estéticos o cirugías.

“Muchas personas se hacen una mamoplastía o rinoplastía porque imaginan que tienen una deformidad. Pero, ninguna operación hará que se vean mejor”, afirma Pugliese. Y Goldenberg agrega: “Siempre hay un desencadenante, factores constitutivos, genéticos y también la historia de esa persona, situaciones de pérdida, depresión, patologías de vacío que la persona que acude al consultorio de un cirujano plástico intenta rellenar. Algo que no está y que probablemente nunca vaya a estar; en todo caso la cuestión sería poder aceptar eso y ver cómo encarar la vida desde otra perspectiva. También hay desencadenantes sociales como el no tener un lugar en el campo laboral si no se tiene determinada edad”.

“El Trastorno Dismórfico Corporal es una patología psicológica que si no se revierte con psicoterapia y eventual tratamiento psicofarmacológico aunque se lo opere puede reaparecer la queja con respecto a otra parte del cuerpo – expresa Pugliese-. Las cirugías no corrigen las obsesiones”.

El tratamiento debe ser generalmente psicoterapéutico y psicofarmacológico. “Primero no minimizar el problema, tomarlo realmente como un trastorno – advierte Goldenberg-. No es algo voluntario, es inconsciente para el paciente, que está mostrando la punta de un iceberg. Un tratamiento daría la posibilidad de ahondar en las bases de ese conflicto y la oportunidad de resolverlo”.