LA ENVIDIA, PECADO CAPITAL

Portada sitio Ciudad.com.ar y link a Clarín, 2/02/06

“La envidia y los celos no son vicios ni virtudes, sino penas”, escribió el filósofo inglés Jeremy Bentham haciendo referencia a que sufre más el envidioso que el envidiado. La envidia es un sentimiento negativo que puede ser altamente destructivo para quien lo padece y que también puede generar, hacia la persona envidiada, actos que van desde una mera crítica hasta hechos de violencia.

La idea de que lo que tienen los demás es siempre mejor que lo que uno tiene, y desear que el otro no posea son las características principales de este sentimiento que está dentro de los siete pecados capitales junto al orgullo, la avaricia, la gula, la lujuria, la pereza y la ira. “Es el más primitivo de los sentimientos del ser humano, más que los celos – explica La licenciada en Psicología Iris Pugliese Codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino-. Se da en una relación diádica y consiste en identificar un bien o virtud en el otro, pretender obtenerlo para sí, y si fuera posible destruir al que lo detenta. Se parte de la idea de que si el otro posee un bien o virtud determinado es causa de la propia carencia. Se desvaloriza el merecimiento ajeno”

La persona envidiosa está pendiente del éxito o gloria ajenos. “La envidia es una especie de alabanza”, escribió el poeta inglés John Gay. “El envidioso no puede emprender o atender sus propios asuntos porque su mirada está puesta en compararse con otro a quien considera generalmente un par dichoso – describe Pugliese-. Como supone que éste está gozando injustamente de una mejor situación, (previa idealización), siente que el otro es quien lo priva de lo deseado. En tal circunstancia sufre y odia a la vez al supuesto competidor; pierde su creatividad y su impulso para emprender cambios personales que le posibilitarían el acceso al anhelado éxito o felicidad”.

Para que el deseo y la comparación produzcan una envidia sana (admiración), el malestar emocional producido debe convertirse en un motor para conseguir lo que se desea tener. Elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, ayuda a evitar los efectos destructivos.

Las personas envidiosas tienen personalidades poco integradas en las que predomina una disociación esquizoparanoide. “Ponen lo malo afuera y lo bueno dentro de sí – cuenta la Licenciada-. Consideran a los demás como causantes de sus fracasos. Son inmaduros. Temen hacerse responsables del propio destino. Carecen de sentimientos de empatía y por lo tanto no pueden ser solidarios con el prójimo”.

Lo mejor para ellos sería que puedan definir los fracasos como dificultades a resolver y analizar qué se puede cambiar para mejorar, además de aprender a valorar cualquier progreso, aunque sea pequeño.

Para vencer a la envidia lo primero es reconocer el sentimiento. “Cosa que es muy difícil porque este sentimiento rara vez se reconoce en sí mismo – dice Pugliese-. Es inconfesable. Pero, si una persona pudiera darse cuenta de sus críticas constantes a los demás, su escasa productividad, el tiempo que pasa mascullando situaciones interpersonales conflictivas, quizás estaría en mejores condiciones de pedir ayuda profesional que le posibilitarían un cambio”.