Archive for February, 2006

RANKING DE LOS MÁS OPERADOS

Saturday, February 4th, 2006
REVISTA NOTICIAS, SECCIÓN COSTUMBRES, 4/02/06

Por: Ana Peré Vignau. Asesoramiento: Dr. Alberto Rancati (cirujano plástico), Lic. Iris Pugliese.

BELLEZA MEDIÁTICA
¿Quiénes son los famosos que más veces recurrieron al bisturí? Vicios y mutaciones de una manía en expansión. El service de rutina

Es difícil saberlo. Las estrellas podrían tener cualquier edad. Hay una gran razón: cirujanos expertos aseguran que la mayoría de los famosos (sobre todo, las mujeres que atravesaron la franja de los 50) se hicieron el catálogo completo de intervenciones estéticas. Algunos repasaron (ida y vuelta) la lista y por eso se han ganado el dudoso trofeo de ser “los más operados”. Sus mutaciones incluyen aumentos de pechos, inyecciones de colágeno en pómulos y mentones, extracciones de grasa de muslos y panza, estiramientos generalizados para quitarse ojeras, patas de gallo, calvas o papadas, labios de mulata y levantamiento de cejas.

Lidera el “top five” la vedette Luciana Salazar. No por mérito de sus tetas descomunales, sino por la manía estética precoz. A los 25 años, sus nuevas facciones poco tienen que ver con las que la vieron salir al ruedo público hace apenas cuatro años.

Le pisa los talones Graciela Alfano, reina del colágeno. Tercera quedó Nacha Guevara, quien a fuerza de un mix entre quirófanos y vida naturista se convirtió en una suerte de criatura con juventud eterna. No pocos cambios corporales y de cara se hizo Susana Giménez. Por eso, la diva se ganó el cuarto puesto del podio de las tranformaciones. El último lugar lo ganó, gracias a su reiterada afición por el bisturí, la excesiva Moria Casán.

La capacidad para modificar a voluntad el aspecto se convirtió en parte de los requisitos para “ser una estrella”. El “síndrome Michael Jackson” (convertido en un clon malogrado de Diana Ross) avanza imparable por estas latitudes y la primera víctima que se cobró fue a la joven Salazar. Quedó transformada en una Barbie del porno-soft después de rellenar pómulos, boca y surcos de los costados de la boca, afinar nariz y someterse a un lifting de cejas para “almendrar” sus ojos. “Ese tipo de intervenciones no están indicadas para esa edad -sostiene el doctor Guillermo Blugerman, cirujano plástico que se encarga de alguna de las operaciones del programa “Transformaciones” (Canal 13)-. Ella se hizo todo eso sin tener imperfecciones o algo caído, sino para cambiar los rasgos. Esas actitudes, a veces, son un riesgo, hablan de pacientes que nunca se ven lindas por más que se hagan de todo. Y ahí es cuando caen en la adicción a las cirugías”. Las más aguerridas recurren a las “lipo” cada cuatro meses. Contra esa sed insaciable deben lidiar los cirujanos, quienes no siempre pueden convencerlas tampoco de que una delantera gigante puede hacer colapsar su piel, pese al uso de cremas antiestrías.

Metamorfosis

Graciela Alfano se muestra reacia a reconocer que necesitó de las cirugías para dar forma a su cuerpo y cara. “Sólo las usé para hacerme las gomas”, confió en una oportunidad. Pero los cambios, rotundos, saltan a la vista. Los expertos aseguran que ha pasado por todas las lipoaspiraciones (abdomen, cintura, espalda, piernas), lifting completo (frente, tercio medio y cuello) y relleno en labios.

La diva de los teléfonos es otra de las celebrities locales que convirtieron al quirófano en su segundo hogar. Cada vez que Susana se toma un avión Buenos Aires/Miami seguro que su aterrizaje será directo en la sala de operaciones. Si bien ella prefiere adjudicarle la mayoría de sus cambios de figura a unas (milagrosas) caminatas o bicicleteadas, lo cierto es que su plan combo abarca desde aumento y levantamiento de mamas, lipoaspiración combinada de brazos, abdomen, muslos, cintura y espalda hasta rellenos en los surcos peribucales (los del costado de la nariz y la comisura), lifting en párpados, relleno en púmulos, colágeno en la boca y botox.

Es que existen nuevas técnicas que reducen el post operatorio y les permiten a los astros del espectáculo no tener que ausentarse de la pantalla. “A medida que pasa el tiempo, surgen métodos menos invasivos y que apenas se notan. Son ideales para los famosos que no pueden desaparecer quince días -explica el cirujano Julio Dorr-. El sistema Thermage tiene estás caracterísiticas. Estira y tensa la piel sin abrir, porque actúa con radiofrecuencia. Eso permite volver inmediatamente a la actividad sin marcas. Reemplaza al lifting y dura entre 3 y 4 años”. Pioneras en el asunto fueron Madonna y las locales Soledad Silveyra y Patricia Echegoyen. Pero el rey del “touch and go” es el botox. Por lo veloz de sus resultados y los rastros nulos que deja, la inyección de toxina botulínica pica casi tanto como los mosquitos en los pasillos de los canales. Los cirujanos confían que el 90 por ciento de los actores de todas las edades sucumbieron a sus efectos “borra arrugas”, que deja esa expresión mezcla de zen y ‘yo no fui’. La acción puede repetirse cada cuatro meses.

Boquitas hinchadas

En el afán por rejuvenecer, Nacha Guevara perdió parte de sus atributos naturales. Cuando el año pasado salió desnuda en teatro con “El Graduado”, luciendo una espalda y una cola de firmeza inconcebible para sus 65 años, se habló de una lipoescultura general. Además de varios retoques en el rostro. “A los 40 empecé un gran cambio en muchos aspectos. Yo busco la perfección. La perfección existe. Sé que nunca voy a alcanzarla, pero eso no me impide buscarla”, confió la actriz en una entrevista. Y agregó: “La gente cree que yo empecé a hacerme cirugías muy temprano y no es así. Y la verdad es que es mejor hacértelas tarde, si te cuidás”.

Basta con apelar al antiguo método de contrastar imágenes del antes y después para comprobar que no todas salen del quirófano mejor de lo que entraron. ¿Cómo no sorprenderse con la inexplicable boca de Lía Salgado? El “efecto relleno” hizo que los labios apenas se despeguen cuando habla. Un caso aparte es el resto de la cara. De tan estirada -post lifting completo- le quedaron ojos de japonesa.

“Muchas veces se ven en famosos pómulos, narices y labios que parecen calcados. El punto de peligro surge cuando la cirugía despersonaliza”, detalla el doctor Julio Ferreira, presidente de la International Academy of Cosmetic Surgery.

Otra fanática del morro inflado es Moria Casán, quien antes de iniciar cada año laboral se hace un “retoquecito” facial que incluye relleno de pómulos y lifting en cara y cuello. Ella no duda en hacer públicas sus cirugías.

Lección de estética

En los hombres resulta menos ostentoso el paso por el quirófano. Tal vez porque su show off es menor que para el sexo femenino. Pero unos cuantos también se han hecho lo suyo para restarse años y kilos y, sobre todo, sumarse pelo.

“Las estrellas hoy no aceptan el paso del tiempo. Se encasillan en ciertos roles de galanes y no quieren aceptar otros papeles”, analiza Blugerman. Ser famosos tiene algunos beneficios: se obtienen descuentos u operaciones gratis. Pero algunos pagan un plus para que la información no se divulgue.

Gracias al programa “Transformaciones” Raúl Lavié vio desaparecer las bolsas de los ojos y las arrugas de la cara, con un lifting combinado con botox. Otro exponente de la renovación mediática fue Rolando Hanglin, quien se operó párpados, papada y abdomen. Pero son Jorge Ibáñez, Alejandro Dolina y Arnaldo André quienes encabezan el ranking de varones remozados por el bisturí.

Abusos de colágeno en labios, liftings extremos, rinoplastías fallidas, implantes mamarios descomunales o torcidos, calvas mal tapadas. Pocos famosos se salvan del ojo chismoso que descubre sus “retoques”. Existe un viejo dicho que asegura que “nadie en Hollywood tiene sus partes corporales originales”. ¿Habrá que afirmar lo mismo de la farándula vernácula?

Fealdad imaginaria

Escribe Iris Pugliese

Los implantes de plástico y las cirugías de estiramiento tienen cada vez más demanda. Esta extraña “moda”, junto con la enorme presión social por tener formas perfectas, hace que algunas personas se encuentren permanentemente “defectos”. Eso los lleva a someterse a cirugías reiteradas por rasgos que, objetivamente no son disarmónicos. La preocupación por el aspecto físico se convierte en patológica cuando alcanza límites irracionales. Se trata del trastorno dismórfico corporal. Las personas que padecen el TDC tienen una preocupación excesiva por su imagen o por algún defecto corporal mínimo. Y en el caso de que alguna imperfección existiera, los sentimientos que esta genera, son extremadamente exagerados e infundados.

Gran parte de esas personas experimentan un malestar intenso en relación al defecto y describen sus preocupacones como “muy dolorosas, torturantes y demoledoras”. No pueden controlar y dominar sus preocupaciones. Suelen pasar horas cavilando acerca del defecto al punto que estos pensamientos dominan sus vidas casi por completo. Por ello, en muchos casos se constata un deterioro significativo en muchas áreas de la vida del sujeto.

El TDC está cobrando hoy mayor significación debido a que muchas personas acuden en busca de la cirugía plástica. Para hacerse una mamoplastía o rinoplastía imaginan que tienen una deformidad. A veces, cuando no quedan conformes, cambian de cirujano. No obstante, ninguna operacion podrá modificar la actitud de estos sujetos ante su presunto aspecto antiestético.

Por otro lado, puede que tengan más éxito social si han quedado bien y de apariencia más joven. Pero la realidad es que los años siguen pasando igual.

LA ENVIDIA, PECADO CAPITAL

Thursday, February 2nd, 2006

Portada sitio Ciudad.com.ar y link a Clarín, 2/02/06

“La envidia y los celos no son vicios ni virtudes, sino penas”, escribió el filósofo inglés Jeremy Bentham haciendo referencia a que sufre más el envidioso que el envidiado. La envidia es un sentimiento negativo que puede ser altamente destructivo para quien lo padece y que también puede generar, hacia la persona envidiada, actos que van desde una mera crítica hasta hechos de violencia.

La idea de que lo que tienen los demás es siempre mejor que lo que uno tiene, y desear que el otro no posea son las características principales de este sentimiento que está dentro de los siete pecados capitales junto al orgullo, la avaricia, la gula, la lujuria, la pereza y la ira. “Es el más primitivo de los sentimientos del ser humano, más que los celos – explica La licenciada en Psicología Iris Pugliese Codirectora del Centro Psicoanalítico Argentino-. Se da en una relación diádica y consiste en identificar un bien o virtud en el otro, pretender obtenerlo para sí, y si fuera posible destruir al que lo detenta. Se parte de la idea de que si el otro posee un bien o virtud determinado es causa de la propia carencia. Se desvaloriza el merecimiento ajeno”

La persona envidiosa está pendiente del éxito o gloria ajenos. “La envidia es una especie de alabanza”, escribió el poeta inglés John Gay. “El envidioso no puede emprender o atender sus propios asuntos porque su mirada está puesta en compararse con otro a quien considera generalmente un par dichoso – describe Pugliese-. Como supone que éste está gozando injustamente de una mejor situación, (previa idealización), siente que el otro es quien lo priva de lo deseado. En tal circunstancia sufre y odia a la vez al supuesto competidor; pierde su creatividad y su impulso para emprender cambios personales que le posibilitarían el acceso al anhelado éxito o felicidad”.

Para que el deseo y la comparación produzcan una envidia sana (admiración), el malestar emocional producido debe convertirse en un motor para conseguir lo que se desea tener. Elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, ayuda a evitar los efectos destructivos.

Las personas envidiosas tienen personalidades poco integradas en las que predomina una disociación esquizoparanoide. “Ponen lo malo afuera y lo bueno dentro de sí – cuenta la Licenciada-. Consideran a los demás como causantes de sus fracasos. Son inmaduros. Temen hacerse responsables del propio destino. Carecen de sentimientos de empatía y por lo tanto no pueden ser solidarios con el prójimo”.

Lo mejor para ellos sería que puedan definir los fracasos como dificultades a resolver y analizar qué se puede cambiar para mejorar, además de aprender a valorar cualquier progreso, aunque sea pequeño.

Para vencer a la envidia lo primero es reconocer el sentimiento. “Cosa que es muy difícil porque este sentimiento rara vez se reconoce en sí mismo – dice Pugliese-. Es inconfesable. Pero, si una persona pudiera darse cuenta de sus críticas constantes a los demás, su escasa productividad, el tiempo que pasa mascullando situaciones interpersonales conflictivas, quizás estaría en mejores condiciones de pedir ayuda profesional que le posibilitarían un cambio”.