YO… ¿ME QUIERO CASAR?

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Sección Relaciones
Por Cecilia Galli
No es poco común que, mientras ajustan los detalles previos a la boda, las parejas que están por dar el gran paso comiencen a experimentar más roces de lo habitual. ¿Se trata solamente de los nervios, o las desavenencias son alarmas que sería mejor escuchar?

Para muchos, casarse es un sueño que vienen atesorando desde la infancia. Ellas se imaginan caminando con un vestido blanco, que hace años han diseñado en sus mentes. Ellos no ven la hora de sentar cabeza junto a la mujer de sus sueños. Pero suele pasar que, cuando todo está encarrilado, y el vestido está siendo planchado, los regalos se amontonan en el nido de amor y se ultiman detalles culinarios, los novios comiencen a pelear, por cualquier cuestión y por cada cosa.

¿Son los nervios que genera el compromiso los que empañan un momento que se habían imaginado idílico? ¿O es que, frente al casamiento, comienzan a aflorar las características menos agradables de las personalidades?

“Con mi novio convivimos desde hace tres años. Y siempre nos llevamos muy bien –cuenta Marina, una estilista de 33 años, a la que le queda un mes de soltera-. Pero desde hace unas semanas, nos peleamos por todo, y se nota que no nos estamos soportando mucho el uno al otro. Estamos constantemente exasperados, y hasta nos replanteamos si casarnos sería una buena idea. Después de una larga conversación, descubrimos que los preparativos nos ponen muy nerviosos y que nuestro amor sigue intacto”.

“Lo más natural parece ser que surja un gran susto o inseguridad ante el compromiso serio, importante y trascendente; en definitiva, un miedo al cambio –reflexiona Margarita Guevara, counselor-. Todos los factores externos que rodean hoy al casamiento y dispersan el verdadero compromiso de los novios y los aleja del fin básico, los perturba y los engaña, y no los deja estar atentos al compromiso real y verdadero que van a asumir en pocos días. A veces, el ritmo enloquecedor del mundo moderno, la valoración excesiva de las cosas externas, como los festejos, las reuniones, la música y la vestimenta, no nos permite centrarnos en lo verdadero y esencial de las personas para poder pensar, compartir o elaborar el sí que damos y que nos cambiará la vida de ahora en adelante”.

“El casamiento es una situación especial, con muchas responsabilidades, que incluye poner de acuerdo a las dos familias de origen –explica la psicóloga Iris Pugliese, co-directora del Centro Psicoanalítico Argentino-. Se trata de una situación muy especial, y es normal que las personas experimenten un incremento de la tensión”.

La psicóloga destaca que esta nueva situación supone una adaptación al cambio, y que además, presenta factores que los novios no controlan (como las preferencias de las familias de origen) y que deben conciliar.

Un caso más grave es cuando, frente al casamiento, surgen diferencias de fondo. “Una semana antes de casarnos, mi marido apareció con un auto nuevo, en el que se había gastado nuestros ahorros –recuerda Renata, una empleada administrativa de 45 años-. Me enojé tanto, que estuve por cancelar todo. Y esta no era la primera vez que él hacía algo así”. De todas formas, Renata decidió seguir adelante con los planes, y solucionar los problemas con altas dosis de diálogo y un poco de ayuda terapéutica.

“Cuando aumenta la ansiedad por factores externos, aflora la verdadera personalidad –advierte Iris Pugliese-. Puede suceder entonces que un hombre que hasta el momento haya parecido caballeroso aunque a veces hostil, se vuelva violento; o que una mujer complaciente comience a criticar a su suegra, y se convierta en despreciativa.”

Por eso es importante, además de conocerse mutuamente en profundidad, estar abiertos al diálogo, para poder discernir qué situaciones de roces o peleas son válvulas de escape inofensivas, y cuáles revelan problemas de base.

Más allá de que las personas convivan o no, el casamiento supone un cambio importante, y como tal es normal que genere ansiedades. Quizás la clave para tratar de llegar al momento de la unión en buenos términos y tener la fiesta en paz, sea ser extra tolerantes y tratar de no darles a las cosas más importancia de las que tienen. Y frente a los problemas, comunicarse y recordar que es el amor que se tienen los integrantes de la pareja lo que los llevó a donde están.

Los acuerdos prenupciales

En países como Estados Unidos, cada vez es menos extraño que los novios firmen acuerdos prenupciales, destinados a ahorrar dolores de cabeza si la cosa no funciona.
Estos acuerdos, que hasta hace no mucho eran mal vistos, determinan cómo va a ser la división de bienes en caso de divorcio.
Y esta realidad ya no es exclusiva de parejas en las que una de las partes cuenta con una inmensa fortuna: mucha gente opina que es aconsejable redactar un documento, que se firma como cualquier contrato comercial, en el que se dispone desde qué suma mensual recibirá el cónyuge de menores ingresos y quién se quedará con la mascota familiar, hasta quién educará a los hijos, y cómo.
Aunque el fin del acuerdo es ahorrar problemas post-maritales, el tema puede causar bastantes disgustos prenupciales.