¿ESTARÉ CRIANDO UN HIJO MACHISTA?

REVISTA LUNA Nº 907 EDITORIAL PERFIL
Lo sobreprotejo y lo consiento.
Informe: María Laura García y Juan Grazide.
Asesoramiento: Lic. Iris Pugliese.
Somos independientes, defendemos nuestros derechos, nos proclamamos contra cualquier tipo de sometimiento… Sin embargo, a veces, inculcamos que la que debe planchar, limpiar y cocinar es la mujer. Por qué no podemos evitarlo. Cómo darnos cuenta de que estamos criando un futuro machista y frenar a tiempo.

Con frecuencia suele creerse que el machismo es una concepción natural de los hombres y que las mujeres sólo participan como víctimas de una visión del mundo que proclama al género masculino como centro y que limita el dominio de lo femenino al exiguo ámbito de lo doméstico.
Sin embargo, el machismo es mucho más que una mera actitud corporativa y casi folklórica que el gremio masculino esgrime cuando ve amenazada su supremacía ancestral. No se trata, en efecto, de un partido de fútbol de hombres contra mujeres en el que se juega el derecho de ver quién es el que lleva los pantalones. El machismo es una forma de pensar la distribución de poderes y de roles, una manera de concebir el mundo en términos de sumisión y de obediencia. En suma, para decirlo con una palabra gastada, desprestigiada y con demasiadas resonancias políticas, se trata de una ideología y, como tal es sustentada tanto por hombres como por mujeres, aunque sean los hombres los encargados de asumir su defensa.
Dado que se trata de una ideología casi tan vieja como el mundo y tan difundida como la injusticia, se ha transformado en algo casi natural. El machista -ola machista-, por lo general, no tiene conciencia de que lo es. ¿Acaso puede existir una forma diferente de concebir las relaciones entre hombres y mujeres que tal como se aprendieron desde la más temprana infancia? Y no hace falta haber crecido en un hogar donde la supremacía masculina era declamada en forma de discurso. El machismo se aprende a través de pequeñas actitudes, se transmite “con la leche templada y en cada canción”, como diría Joan Manuel Serrat.
Las madres que lograron la ansiada parejita que, según las abuelas es el fundamento de la familia tipo ideal, es decir, aquellas mujeres que tuvieron un varón y una nena, suelen experimentar en carne propia la contradicción entre lo que se cree racionalmente y lo que se siente. En efecto, incluso aquellas que se proclaman no machistas, tienen, a veces, actitudes que ponen en evidencia lo contrario. María Marta Closas (45, comerciante) es un ejemplo elocuente de esta contradicción: “Me enojo conmigo misma -dice- cuando descubro que le pido a mi hija que me ayude a arreglar la habitación del hermano, pero que soy incapaz de decirle a mi hijo que me ayude a arreglar la habitación de su hermana. Entonces, para ser coherente, le digo a él que lave los platos, pero no puedo evitar la sensación de que, como dice mi marido, lo voy a hacer un mariquita.
Para criar un hijo machista no hace falta recitarle el credo de la supremacía del varón. En este caso como en muchos otros, las actitudes influyen más que las palabras.

EXTREMOS DIFíCILES

Ubicándose en una “alternativa moderada”, como ella misma la definió, Claudia Garcés (36, maestra, casada desde hace cuatro años y medio, un hijo varón) busca el equilibrio: “Yo no soy ni machista ni feminista, los dos extremos son difíciles-explica-. Creo que las actividades no son femeninas o masculinas y no creo que haya trabajo de hombres y de mujeres. En mi casa los roles no están muy establecidos y en la de mi mamá tampoco lo estaban. Me acuerdo que muchas veces si mi papá se tiene que poner a limpiar lo hacía sin ningún problema. Mi suegro también, si tiene que cocinar lo hace. Mi marido se levanta a la mañana y se prepara el desayuno. Si yo salgo él hace la cena. Si se tiene que poner a limpiar lo hace. Espero que a Ramiro, mi hijo, le pase lo mismo.
Pero hay que decir la verdad: los hombres son como son porque las mujeres les dicen que las tareas del hogar les corresponden a ellas. En casa, mi marido no se pone jamás a lavar ropa, ni baja la ropa del ténder, no se pone a limpiar el baño…pero si alguna vez lo tiene que hacer, lo hace. Yo tengo amigas que esperan al marido con la cena lista. A las chicas se les delegan cosas que a los varones no: esto sucede inconcientemente. Si mi hijo sale machista será un poco por mi culpa, seguramente”.
Hay millones de pequeños datos en la educación y crianza de los hijos que terminan por configurar el mundo familiar y obviamente cultural en el que nos movemos los argentinos. Ana Laura Davila (18, un hijo) expresa sin dudar cómo ve ese mundo: “Mi familia somos mi mamá, mi papá, 3 hermanas mujeres, un hermano varón y yo. Mi hermano pudo salir antes, desde que tenía 14 años, mientras que a mí recién me dejaron salir sola a los 16. El machismo en mi familia no sólo se manifiesta con ese ejemplo, hay otros. Limpiamos las mujeres, hacemos la cama -la de mi hermano también-, lavamos la ropa. Él nunca va a cocinar, si hay que hacer algo de la casa a él nunca le toca. Mi mamá siempre había querido tener un varón y no podía. Así que cuando lo tuvo se convirtió en el más mimado de todos, sobre todo de mi mamá. Creo que nosotras tenemos la culpa de que los hombres salgan tan machistas. Es que somos muy obedientes, les hacemos caso en todo, dejamos que nos manden, que nos vistan, que nos cuiden. En mi casa me retan porque digo malas palabras y mi hermano puede decir lo que quiere y no le dicen nada. Yo creo que soy igual que mi mamá. Creo que es cultural y que es muy difícil cambiar”.

MUJERES MACHISTAS

Para muchas mujeres como Ana Laura existe una brecha enorme entre los condicionamientos que sufrieron durante su infancia y el proceso necesario para lograr y alcanzar su realización personal independiente de los mandatos y deseos familiares. Ella, sin embargo, cree que es hora de modificar su actitud. “En el futuro me gustaría tener una relación abierta con mi hijo -anhela-, quizás porque quiero lo contrario de lo que a mí me tocó vivir. Para mí el machismo es quitarle el lugar a la mujer. Yo a veces me encuentro justificando a los hombres y ahí me doy cuenta de que soy machista. Cuando los varones dicen que les gusta que la casa esté ordenada y la comida hecha, yo asiento, me parece que es así, que esas cosas le tocan a la mujer, a mí. Yo estudié en un
Colegio técnico por pedido de mi papá, porque decía que en ellos se podía aprender una profesión en la que te pudieras ganar la vida. Ahí me enseñaron electricidad, ajuste y carpintería…pero la verdad es que por ahora sólo me ocupo de criar a mi hijo “.
Desde aceptar que la única función esencial de su vida es la crianza, hasta dejar a los hombres que inviten, paguen, elijan y ordenen una comida en un restaurante, son todos síntomas que afecta a las mujeres. Eleanor S. Field en su libro La mujer que todo lo da, (Ed. Vergara) lo llama “el síndrome de la mujer abnegada, que termina siendo una mujer colérica y frustrada”.
Es el caso de las mujeres de la generación de nuestras madres: toda su vida acudieron a los hombres (padre, hermanos, esposo) para que les dijeran lo que tenían que hacer. Jamás soportaron una mínima señal de desaprobación masculina. Una ceja arqueada del marido podía desequilibrarlas por completo. En ese mundo interior suyo gobernaban los hombres, aquellos por los cuales sacrificaron constantemente su individualidad, sus logros, sus emociones y sus metas. Así nos criaron. Cuando el hijo varón hacía lo que quería lo consideraban fuerte, independiente e inteligente. Cuando la que pretendía satisfacer su deseo era la nena la trataban como a una malcriada desobediente.
Rocío Piernas (31) tiene dos hijos, una nena y un varón. Y afirma que trata de hacer exactamente lo contrario. “Yo no hago diferencias entre ellos -sostiene-. les doy las mismas pautas y trato de jugar y de estimularlos de la misma forma. A mi hija Tatiana le enseño a hacerse su cama de la misma forma que a mi hijo Juan. Además, les, les enseño a que se laven sus platos después de comer y a que guarden su ropa después de bañarse. Creo que en estos temas hay que formarlos desde chiquitos.
Dicen que criar a un varón es más fácil porque no tienen tantos peligros como las mujeres pero hoy en día creo que no hay distinción y todos corremos los mismos riesgos. Yo soy súper feminista, bastante, a veces, demasiado. Cuando me casé entré a la iglesia con mi marido porque me parecía que no estaba bien que a mí me entregara otro. Intento que mis hijos hagan lo mismo, que se críen así, igualitarios. A mi hija la pongo al lado mío cuando manejo y le digo; vas a salir buena manejando y nadie te va a gritar anda a lavar los platos”.
Quizá Rocío logre que su hija no sacrifique, cuando sea grande, su independencia por protección, que es uno de los mayores peligros que ofrece la educación desde el machismo. “Nada es más vivificante y estimulante que la independencia”, escribió Shirley Mc Laine en su libro Don’t fall off the Mountain (No te caigas de la montaña). “No existen refugios seguros -le escribe a su propia hija- donde puedan protegerte y sólo la libertad te hará feliz”. No es lo que piensa Isabel Quiroga (39, dos hijos, una mujer y un varón). “No es que una sea machista -se justifica- pero creo que las chicas corren más riesgos que los varones, por eso hay que cuidarlas más. Y además los varones no son tan hábiles para las tareas domésticas, eso es algo femenino. Las mujeres tenemos otra sensibilidad. El hombre es hombre y quiere que lo tiendan. Eso de que a los hombres se los enamora por el estómago es una gran verdad. Con María, mi hija, nosotras nos arreglamos bien en la casa, ella es muy colaboradora, toda una señorita. Ella es mi mano derecha, trabaja y estudia y no sale a ningún lado. ¿y con Juan? Bueno, con él todo es distinto porque es más grande…ya tiene 16. Pero cuando sale…hasta que no vuelve yo no me puedo dormir, son cosas de madre. En cuanto a la limpieza, es un poco vagoneta, no le gusta limpiar, quizás ayuda con los platos o con sus cosas, pero nunca lo vas a ver limpiando los vidrios, ni aunque se lo pidas. Es que no sabe hacerlo, lo hace mal. Mi esposo tampoco, nunca limpió nada ni nunca lo va a hacer. Llega muerto del trabajo, no me lo imagino a las 8 de la noche limpiando los vidrios. El se encarga de arreglos más generales, si hay que pintar o algo así, a ellos les toca el trabajo duro, nosotras hacemos las tareas de mantenimiento. Pero mi marido no es machista, para nada”.
Tal vez no lo sea, pero según Isabel -su esposa- la limpieza es cosa de mujeres y la crianza de los hijos, también. Esa es una concepción machista del mundo, donde el varón adulto (centro de los poderes y con decisiones inapelables) hace de la paternidad una cuestión del orden de la propiedad privada. Ser padre es ser dueño de los hijos y su crianza, dada la división social del trabajo, no es asunto varonil. Delfina Corbanini, psicóloga, afirma: “las mujeres a veces somos así, muy machistas. Hay conceptos machistas muy arraigados en nosotras, como por ejemplo que los hijos no pueden criarse bien sin madre, que una mujer sola no puede educar bien a sus hijos, que los hijos necesitan de una figura paterna o masculina durante su desarrollo o que “solo un hombre puede resolver un problema como éste”. Lo veo en algunas casas cuando una madre le dice a su hija: “limpiale los zapatos a tu hermano (el hermano tiene más de 20 años ya) que tiene que salir a la calle”, o le dice: “hija, poné la mesa que ya están sentados y listos para comer”. Mujeres machistas en este sentido las hay…muchas más de lo que creemos”.

POR QUÉ EL MACHISMO ESTÁ EN RETIRADA

• Porque los hombres comenzaron a tener un rol activo en la crianza de los hijos y aceptaron que la mujer trabaje y descanse.
• Porque hay familias de madres solas. Crían a sus hijos de acuerdo a valores más alejados de la estructura patriarcal.
• Porque hay más familias ensambladas. Hombres y mujeres, con experiencia conyugal previa suelen educar a los hijos equilibradamente. No quieren repetir viejos errores y modelos.
• Porque hay una crisis del modelo familiar tradicional: las mujeres optan por su libertad y les transmiten eso a sus hijos.
Fuente. Estudio realizado por la Dra. Rosa Geldstein (Vivir en familia, Ed. Unicef Losada.).

EL RIESGO DE LA SOBREPROTECCIóN

Actitudes que favorecen el machismo:
• Recordarles diariamente que se laven los dientes. Usen jabón, que se sequen los pies, que se bañen bien.
• Despertarlos varias veces para que se levanten y acosarlos insistentemente para que se arreglen.
• Ayudarlos a vestirse, aunque puedan hacerlo solos, y estar pendientes de indicarles cuándo deben o no abrigarse.
• Prepararle comidas especiales si no quieren la que se les ha servido.
• Vivir pendiente de las tareas escolares.
• Estar pendientes de arreglarles la camisa, subirles las medias, arreglarles el pelo.
Fuente: Creciendo con nuestros hijos, de Angela Marulanda, Edición de autor.

CAMBIAR LA FORMA DE PENSAR

Para la psicóloga Iris Pugliese, “la ideología machista en el seno del hogar hará que la hija se sienta insegura, desvalorizada, extremadamente sensible, incapaz, vergonzosa y deseosa de ser tomada en matrimonio por algún espécimen masculino para aminorar sus falencias. Además, respecto del varón, los padres y madres machistas generarán hombres que se sentirán superiores a sus mujeres o que podrán, tal vez, sancionar leyes desiguales para la comunidad en la que vivan. El hogar es caldo de cultivo de desigualdades de género. Por ello, la mujer machista de hoy demuestra la ideología en donde fue criada, que debe cambiar aún a costa de que le lleve algún tiempo de psicoterapia”

LA OTRA CARA DE LOS SUPERHOMBRES

Cómo ven realmente los hombres a las mujeres? Para Joan Shapiro, autora del libro Hombres, Ed. Paidós, “las mujeres asustan terriblemente a los hombres. Nos guste o no tenemos que afrontar esa realidad si queremos entenderlos. Aunque nosotras nos sintamos frente a ellos como niñas pequeñas que necesitan un padre, aunque nos sintamos devaluadas, aunque creamos no tener poder, la apariencia que les damos a ellos, tan machistas, es totalmente diferente. Los hombres creen que tenemos todo el poder.
Tenemos ese poder mudo, tan amenazante y primitivo que acompaña al hombre desde su nacimiento. Somos madres. Ellos se sienten vulnerables ante la figura femenina y es precisamente el distanciamiento el que los protege de esa vulnerabilidad. También adoptan conductas machistas para protegerse, hostilidad, desvalorización. Los hombres tienen un sentido muy tenue del significado de su masculinidad. Tienen que reafirmarse una y otra vez que realmente son hombres”.

EL CREDO DE LOS MACHISTAS

1. La peor ofensa para un hombre machista es que su mujer le sea infiel aunque él mismo le haya sido infiel en diferentes oportunidades.
2. Es denigrante para estos hombres realizar tareas domésticas porque consideran que esas tareas los feminizan.
3. Suponen que las mujeres son más sensibles que los hombres porque consideran la sensibilidad como un atributo negativo.
4. Creen que la mujer no debe tener amigos que no sean los del marido.
5. Están convencidos de que la infidelidad del hombre es perdonable.
6. Afirman que en la relación de pareja el hombre de tomar siempre la iniciativa.
7. Creen que la mujer busca siempre la protección del hombre.
Fuente: La mujer que todo lo da, Eleanor S. Field.

Tanto hombres como mujeres tienden a repetir en su vida adulta los patrones de conducta aprendidos en el hogar. Si un chico sintió que era más valorado que su hermana, tenderá a repetir esta conducta con el resto de las mujeres.
FUENTE: Michelle Borba, La autoestima de tu hijo. Paidós.

Las hijas mujeres suelen sentir mayor carga de culpa y responsabilidad que los hijos varones porque éste es el mandamiento inconsciente que han recibido en sus casas.
FUENTE: Consultora Topetest, España.

Los hombres son más permisivos con ellos mismos que con las mujeres respecto de ciertas conductas como la infidelidad porque estos valores le fueron inculcados en la casa como virtudes masculinas.
FUENTE: Consultora Topetest, España.

CONCLUSIONES

• El machismo es una actitud inconsciente. La mujer puede adoptar rasgos machistas, sobre todo si ha sido educada en una familia con esas características.
• ¿Cómo reconocer a una mujer machista? Es la que se somete siempre a las decisiones masculinas, la mujer abnegada que es modelo de obediencia en todos los órdenes de la vida.
• Una mujer machista cría a su hija mujer con reglas que no aplica en la educación de su hijo varón. A él le da liberad e independencia. A ella le tocan las tareas del hogar.
• Desde aceptar que la única función esencial de su vida es la crianza y educación de sus hijos hasta permitir que los hombres se conviertan en proveedores de dinero y seguridad pasando por pequeños actos que hacen a la vida doméstica, la mujer machista transmite a sus hijos varones esos elementos de una misma actitud de sometimiento que afecta profundamente todas las etapas de la crianza.
• Una forma de evitar el machismo es hacer que los hijos, sin distinción de sexo, realicen en conjunto con el padre y la madre todas las tareas de la casa, desde lavar la ropa y planchar hasta limpiar los baños. Sembrar obligaciones y derechos por igual permite criar hijos independientes, responsables y no machistas.

APOSTILLAS

Séneca: “La educación es el método por el cual uno adquiere el más alto grado de prejuicios.”
George Bernard Shaw: “Una mujer quiere para su hijo una mujer sumisa, es decir, una mujer diferente de ella misma”.
Patón: “Las mujeres se quejan de que los hombres sean como son sin advertir que son ellas las que los forjan.”
Montagne: “A las palabras se las lleva el viento. Lo único que educa es el ejemplo”.
Cynthia Eglöff: “Un hombre que desconfía de las mujeres demuestra que para él su madre es la única mujer en la que se puede confiar.”

PARA SEGUIR LEYENDO

• ¿Qué tienen las mujeres en la cabeza?, Marta Merkin. Ed. Sudamericana.
• Creciendo con nuestros hijos, Angela Marulanda, ED. de autor.
• El libro del Hombre, Osho K. KEd. Debate.
• La mujer que lo da todo. Dr. William Fezler y Eleanor S. Field. Ed. Vergara.
• Decir no (por qué es tan importante poner límites a los hijos), de Asha Philips. Ed. Plaza Janés.
• Hijos desafiantes y rebeldes, de Russell Barkley, Christine Benton. Ed. Paidós.
• Cómo entender a su hijo, de T. Berry Brazelton. Ed. Norma.