CLAVES PARA SUPERAR EL MIEDO A LA INSEGURIDAD DE LA GUERRA, UNA TREGUA AL TEMOR

REVISTA MUJER ÚNICA, SECCIÓN VIDA COTIDIANA, 25/10/2001
Por Fabiana Polinelli

Asesoró: Lic. Iris Pugliese y Fundación Fobia Club

En estos días en que los noticieros se asemejan a una mala película de Hollywood, aprender a convivir con la angustia se hace imprescindible. Los psicólogos recomiendan ver el lado positivo de la vida y aferrarse a los afectos más próximos.

Estamos viviendo días violentos. A la penosa situación social y económica que estamos atravesando en nuestro país, lamentablemente hay que sumarle la triste realidad de una guerra contra el terrorismo mundial que, si bien, parece lejana y ajena por desarrollarse a miles de kilómetros, nos roza con su brutalidad en cuando que nos hace recordar los penosos atentados por nosotros sufridos en la década del noventa, y nos shockea a diario a través de impresionantes imágenes que, como las del pasado 11 de septiembre, quedarán para siempre grabadas en nuestras retinas. Para colmo de males se habla de una guerra bacteriológica, lo cual nos asusta aún más por lo desconocido de sus alcances, que pueden ser tanto o más feroces, crueles e irracionales que los atentados a las torres gemelas de Nueva York.

¿Cómo convivir con el miedo, entonces? ¿Cómo seguir adelante con la vida, sabiendo que esa guerra nos puede golpear de una u otra manera, que puede haber represalias en nuestro país, que nada de esto ayuda a que nuestro país pueda superar de una vez por todas este estado de paralización económica en el que estamos inmersos desde hace unos años? En la búsqueda de respuestas entrevistamos a la licenciada Iris Pugliese: “En este contexto de guerra, de la cual siempre se sabe cuándo comienza pero no cuándo y cómo va a terminar, nos encuentra a los argentinos en una de las peores crisis sociales, políticas, económicas y por que no psicológicas de que tengamos memoria. De modo que reconstruir la esperanza y la alegría de seguir apostando a la vida es una tarea difícil pero imprescindible para no sucumbir en un mar de desazón general. Si el monstruo de la violencia pretendiera sembrar el caos y la inseguridad constantes y nos descontrolásemos ante una guerra ya desatada, aquel habría conseguido su objetivo. De modo que el no a la guerra debería ser un no a la confusión, a la inseguridad, a bajar los brazos, a la locura”.

Sin embargo, más allá de las terroríficas imágenes de los ataques terroristas a los Estados Unidos, esas que dieron la vuelta al mundo durante días y que aún hoy nos impresionan cuando las vemos por televisión, bien podría uno cuestionarse el origen del temor desproporcionado, del pánico, ya que, de hecho, nos separan muchos miles de kilómetros del país del Norte. “En un mundo globalizado, donde los conflictos entre los pueblos y sectores de la más diversa índole suelen expandirse, no es posible quedar al margen”, dice Pugliese. “Pero por sobre todas las cosas, nos identifica el hecho de que los argentinos ya hemos sido víctimas de ataques terroristas y sabemos (porque lo hemos sufrido en carne propia) del dolor que significa que, en un instante, se borren del mapa nuestros seres queridos.”

Por otra parte, a pesar de que ya han pasado algunos años de estas heridas en el pueblo argentino, sabemos que “la violencia está en la condición humana y no es sólo el fruto de las relaciones sociales y que cuando se desata, goza con la destrucción más allá del credo, la clase social o la nacionalidad de quien sea la víctima. Todos podemos ser la próxima víctima.”

No sucumbir al miedo y la paralización

Para no sucumbir al miedo habrá que valorar la vida por sobre todas las cosas. Confiar en que cada uno desde su lugar en el mundo puede hacer algo para que los pueblos no diriman sus conflictos a través de las armas. Comprender que la muerte debe estar en manos de Dios o de la naturaleza pero no de los hombres. Salir del letargo o de la parálisis que implica vivir pendiente de los avatares de la guerra. Evitar la sobresaturación a fin de poder continuar con nuestras rutinas. Conversar sobre el tema con nuestros pares: la pareja, los amigos, otros familiares.

También participar en actividades comunitarias o religiosas, en especial aquellas que promuevan la paz en el mundo o el cuidado de nuestro ecosistema. Llevar una vida creativa; además de pensar en trabajar para tener nuestras necesidades básicas satisfechas, hacer cosas del tipo de la recreación, el desarrollo de alguna actividad artística, la vida al aire libre y la actividad física. Proponerse metas: hacer proyectos para el futuro siempre moviliza fuerzas positivas de nuestro interior y genera esperanza.

Salir del papel de víctimas y cuidar del sueño y la alimentación sana. Evitar resolver la ansiedad cayendo en los excesos del alcohol, el café y las comidas calóricas. Consultar con un profesional cuando no se pueda gobernar la ansiedad o la depresión.

Además se puede participar de taller o grupos de reflexión coordinados por un profesional de la salud mental para contener a los más vulnerables, en especial a los que están cursando un duelo reciente o un divorcio, o una pérdida inminente de empleo o alguna enfermedad para evitar las complicaciones psicosomáticas (ver recuadro).

Hablar con nuestros hijos

Si la situación general es caótica, si las imágenes que en todo momento se ven por televisión son terroríficas y violentas, si nosotros nos asustamos o descontrolamos, nuestros hijos van a recibir un cóctel de violencia, caos y miedo muy difícil de digerir. Para preservalos, hay que pensar que ante todo ellos siguen necesitando cierta estabilidad, contención y comprensión a lo largo de su desarrollo y que es nuestro deber facilitarles las cosas para que crezcan sanos y medianamente seguros. ¿Qué medidas adoptar entonces frente a los niños? Algunas ideas para tener en cuenta:

Hablar con los niños y explicarles lo que está pasando en la medida en que ellos lo demanden y de acuerdo con sus posibilidades de entendimiento. No hablar de más.

  • * Monitorear la exposición de los niños a las imágenes de la guerra que aparezcan por TV.
  • *Estimular el juego porque es a través del mismo que el niño puede ir elaborando sus fantasías y temores.
  • *Prestar especial atención a aquellos niños que no manifiesten nada o no jueguen o que hagan juegos particularmente repetitivos.
  • *Participar activamente de las reuniones de padres con los docentes tanto para aumentar las precauciones como para transmitir un mensaje coherente sobre lo que está pasando.
  • *En lo posible, llevar una vida normal que respete los hábitos ya establecidos.
  • *Tener especial cuidado con aquellas niños que están atravesando situaciones psicológicas particulares como puede ser una enfermedad propia, pérdida de un ser querido, mudanzas recientes, cambio de escuela, actos de violencia callejeros, etc.
  • *Si el temor de los padres ya propio o provocado por detectar conductas inusuales en los hijos es mucho, y se traduce en insomnio, inapetencia, nerviosismo o depresión, uso indebido de psicofármacos, hacer la consulta precoz con un psicólogo antes de que se instale un cuadro de pánico.

    Ataques de pánico

    Según la Asociación Fobia Club, se define como pánico una crisis espontánea de temor con descompostura que semeja un ataque cardíaco. Los síntomas más comunes del ataque son: taquicardia, opresión en el pecho, temblor, mareos, sudación, sensación de desmayo, náuseas, trastornos intestinales, temor a enloquecer o perder el control. La licenciada Pugliese agrega que los ataques de pánico son crisis de angustia recurrentes que aparecen en forma repentina frente a determinadas situaciones como conducir un auto, tomar un avión, durante el sueño a modo de pavores nocturnos, etc. Durante esos ataques de verdadera angustia, la persona experimenta un intenso miedo o sensación de catástrofe inminente, que se acompaña de manifestaciones somáticas como los descriptos además de sentimientos de irrealidad, debilidad y miedo a morir o volverse loco. Generalmente las crisis duran unos pocos minutos. La reiteración de los ataques de pánico genera que, durante los períodos libres de ataques, la persona tenga profundos sentimientos de desamparo, esté muy ansiosa y requiera la presencia de un algún acompañante con quien desplazarse a lugares distantes de su hogar. Cuando las crisis se complican con una intensa aprensión a salir a la calle (agarofobia), las personas se tornan incapaces para el desarrollo laboral y social más amplio.En los últimos años se produjo un aumento en la cantidad de personas afectadas por los ataques de pánico, lo que lleva a la reflexión que, más allá de la guerra y la inseguridad que estamos sufriendo hoy en día, son muchos los factores de esta sociedad cada vez más compleja y “tecnologizada” que abruman e intoxican el metabolismo psíquico de los hombres.

    Qué hacer para no sucumbir al miedo

  • * Esforzarnos cada día por ver el lado positivo de las cosas: las crisis son momentos decisivos en que es inminente un cambio. También ofrecen oportunidades de mejoras.
  • * Evitar estar pendientes de las situaciones que generen temor o pensamientos negativos.
  • * Tratar de resolver las cosas que dependen de nosotros en el aquí y ahora; evitar retroceder excesivamente a un pasado, a menos que se esté en un proceso terapéutico; no vivir imaginando un futuro temido porque tal predisposición lo puede llegar a promover.
  • * Rodearnos de nuestros seres queridos e intercambiar con ellos.
  • * Generar proyectos realizables que tengan que ver con nuestros ideales.
  • * Intentar mantener el humor a pesar de todo.

Mujeres por la paz

La Fundación Mujeres en Igualdad está realizando una campaña recopilando firmas para promover la paz mundial y el fin de la guerra. Quienes lo deseen pueden buscar información y suscribirse ingresando a www.emprendedorasenred.com.