BASTA DE MELANCOLÍA, ADIÓS AL BAJÓN DE LOS DOMINGOS

REVISTA LUNA Nº 885. EDITORIAL PERFIL
Por María Gabriela Ensinck. Asesoramiento: Lic. Iris Pugliese.
Como River y Boca, la depre dominguera es un clásico. Empieza al atardecer y tiene su pico máximo cuando oscurece. En esta nota, sugerencias para transformar el domingo en un verdadero día de fiesta.

De los días de la semana, el domingo es-para casi todo el mundo- el que más predispone al bajón. Justo cuando el vértigo de la semana queda atrás, el tiempo se estira y hay mayor espacio para pensar, aparece la melancolía; un clásico, como los ravioles y el fútbol. Me paso de lunes a viernes deseando que llegue el fin de semana, dice Mariana Di Salvo (33), una activa creativa publicitaria. Sin embargo, cuando llega el domingo me pongo muy mal. A eso de las seis de la tarde me empiezo a sentir depre, sobretodo si no estoy en pareja, como me sucede en este momento. Si salgo a la calle y empiezo a ver parejas me siento peor, me parece que estoy sola en el mundo y que no me va a querer nadie. Yo suprimiría los domingos por decreto. Me parece que lo que me sucede es que no sé estar sin trabajar, porque el lunes por la mañana ya estoy otra vez a toda máquina y sólo pienso en el día de locos que me espera.
Sin embargo la melancolía dominguera no es sólo patrimonio exclusivo de las personas que tienen una semana laboral intensa. Aún para los que ya no trabajan sigue siendo un día cargado de amenazas. “Los domingos a la tarde, cuando vuelvo a casa y cierro la puerta, empiezo a sentirme mal”, cuenta Carlos Vidal (64), jubilado. “Es como que en ese momento se siente más la soledad”. José María Parisi (70), maestro mayor de obras, opina lo mismo: el domingo siempre fue para mí el peor día, especialmente por la tarde. ¿Será porque la ciudad está quieta y hay menos gente en la calle?”, se pregunta. Tanto Carlos como José María concurren al grupo de autoayuda Reencuentro para personas solas o que han perdido seres queridos. El problema mayor que ambos enfrentan es el de la soledad, un sentimiento que se acentúa intensamente cada domingo.
La sensación de aislamiento y melancolía es una constante dominguera, y para muestra basta un botón: Dentro del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano existe un taller sobre “La melancolía de los Domingos”, que según su coordinador, Luis Gorkin, está tan concurrido que no admite el ingreso de gente nueva.

Días grises

El bajón anímico de los domingos, en especial si hay mal tiempo o está nublado, es algo que afecta a la mayoría de las personas, y suele disiparse en la mañana del lunes. Sin embargo, cuando se trata de personalidades sombrías, puede disparar una depresión.
“Sentirse triste no es sinónimo de estar deprimido, pues no se deprime el que quiere, sino el que puede. En esto se juegan varios factores: cierta predisposición genética, una vulnerabilidad biológica y una historia personal y sucesos vitales dolorosos como pérdidas y duelos”, aclara la psicóloga Iris Pugliese, del Centro Psicoanalítico Argentino.
No obstante, hay situaciones que predisponen más al bajón dominguero: La carencia de vínculos familiares y sociales importantes, la sensación de falta de sentido de la propia existencia, o de llevar una vida poco trascendente, el temor a hacerse replanteos cuando no se está conforme con el rumbo elegido en la vida, la falta de proyectos.
No es común que la gente se haga preguntas del tipo ¿qué estoy haciendo con mi vida? Si no es en situaciones límite. Sin embargo, “hacerlo puede ayudar a cambiar un rumbo equivocado o vacío de contenido”, señala la psicóloga.

Pum para arriba

Nancy Randazzo (42), tres hijos, recuerda de la época en que –por el trabajo de su marido- estuvo viviendo en el exterior, la típica nostalgia dominguera: “era el día en que más extrañábamos, entonces nos juntábamos con amigos argentinos y pasábamos la tarde añorando juntos”, confiesa.
Al volver al país encontró en el deporte una buena excusa para pasar mejor el domingo. “Generalmente voy a jugar al tenis, pero cuando me quedo en casa, aprovecho para organizar la semana”, dice Nancy. “Ahora es un día que espero ansiosamente, para tener más tiempo de estar en familia y tomarme las cosas con más calma”, asegura.
La depresión, así como la ira y el pesimismo, constituyen un factor de riesgo en distintas enfermedades somáticas: desde trastornos digestivos, hasta cáncer o accidentes cerebro vasculares.
Pero así como las emociones negativas predisponen a las enfermedades, los estados de ánimo positivos contribuyen a mantener la buena salud. La risa, por ejemplo, produce endorfinas-llamadas también hormonas de la felicidad-, que disminuyen la sensación de dolor y activan las respuestas del aparato inmunológico.
Por esto es importante mantener actitudes positivas siempre, y estar alertas cuando la tristeza y el desánimo se vuelven crónicos (ver Una depresión). Abandonarse a la melancolía no tiene por qué ser la forma habitual de pasar el domingo.
Aquí van algunas sugerencias para evitar el bajón:
*compartir los problemas con sus seres queridos
*evitar el aislamiento social
*tratar de descansar bien
*tener un hobbie
*practicar algún deporte u actividad física
*si es posible al aire libre (el movimiento también genera endorfinas)
*y si la melancolía persiste, consultar a un especialista. No es cierto que requerir ayuda de un profesional sea un signo de debilidad.

Una depresión encubierta

En 1980 la Asociación Norteamericana de Psiquiatría acuñó el término “trastorno distímico” para nominar un estado afectivo crónico de tristeza y desánimo que, a pesar de ser muy extendido, resulta de difícil diagnóstico.
“Produce un sentimiento de incompetencia –afirma la psicóloga Iris Pugliese-, baja autoestima, culpa, irritabilidad, dificultades en la concentración y la toma de decisiones, y trastornos del apetito y sueño. Debido a que el 70 u 80 por ciento de los casos comienzan en la infancia o adolescencia y el enfermo siente que ésta es su manera de ser, rara vez consulta, y por ende no recibe tratamiento”, advierte la profesional.

Una voz en el teléfono

SOS Un amigo anónimo, es un servicio telefónico de ayuda que funciona en el número 4783-8888 todos los días de 9 a 24, desde hace 29 años. Los llamados siempre diferentes, tienen un denominador común, la soledad.
Nora (53) una de las voluntarias de SOS, señala: “todos los días llaman personas angustiadas, pero los domingos, los días feriados, las fechas especiales como el día de la madre y del padre, y los fines de año son días particularmente difíciles.