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APRENDER A CONTROLAR LOS MIEDOS

Friday, October 20th, 2000
Revista Luna Nº 851, 20/10/2000.
Sección Conductas
Por Edmundo Ambas; Informe María Laura García.
Miedo a salir a la calle, a la gente, a la enfermedad, al avión, a la cárcel, a la muerte…
No existe ninguna persona que no sienta temores intensos que le provocan angustia. El miedo tiene un costado positivo: es una señal de alarma y ayuda a sobrevivir. Pero, a veces paraliza. Cómo aprender a dominarlo para que no se convierta en un obstáculo para vivir plenamente.

Miedo al dolor, miedo a la muerte, miedo a volar, miedo a la gente, miedo a los perros, miedo al sexo, miedo al encierro, miedo a la soledad, miedo a los truenos, miedo al amor.
Hay que elegir: no existe persona sin miedos. Hasta los superhombres, las heroínas y los asesinos más crueles, por instinto o por intuición, reaccionan a veces porque tienen miedo.
El miedo es la emoción básica que ayuda a las especies animales a sobrevivir. Prepara el cuerpo y condiciona la mente para evitar las agresiones y los contactos físicos o deseados o temidos…
El miedo es genérico. Hace latir el corazón como si fuera una bomba a punto de explotar para que irrigue más cantidad de sangre por si los músculos necesitan ponerse en movimiento. Hace que se acelere la respiración para que el cuerpo disponga de oxígeno. Como los músculos están excesivamente irrigados, la piel se pone pálida y se evita de esa manera el riesgo de pérdida de sangre si se produjera una herida cutánea.
Si hay mucho miedo, el tubo digestivo suspende su actividad. El cuerpo con miedo es sabio: no puede malgastar energías innecesarias.
A mismo tiempo, todos lo sentidos se potencian: vista, olfato, audición, tacto. El cerebro, por su parte, también se dispara: un neurotransmisor llamado adrenalina lo recorre haciendo sonar todas las campanas de alarma.
¿Pero qué pasa? ¿Toda esta actividad fisiológica se produce porque objetivamente hay una situación de extremo peligro que enfrentar, porque se acaba de desatar un incendio o un tren está descarrilando? ¿O el miedo lo provoca la idea de cruzar una calle, quizás un gorrión indefenso, tal vez la simple observación de un cuchillo de cocina?
Hay personas que en situaciones aparentemente inocuas se asustan por algo que, a sus ojos es tan peligroso como un perro feroz. En realidad, no son los acontecimientos externos los que desencadenan las reacciones descontroladas de miedo sino lo que cada uno piense de lo que le está pasando.
En todos los casos, el simple miedo (que a veces se transforma en ansiedad y muchas otras en fobia) es una emoción subjetiva que resulta útil para la supervivencia y que, cuando se exagera, alcanza la apariencia de una enfermedad rara que no tiene ninguna ventaja y ocasiona muchos daños psíquicos.

Perros y gatos

“Yo les tengo miedo a los perros, a los gatos, a la altura, a volar y a los ascensores (enumera Juan Manuel García (24, estudiante de Ingeniería Electrónica). A los gatos les tengo miedo porque rasguñan, porque me parece que van a saltar encima y te van a atravesar con esas terribles uñas que tienen, me parecen seres maléficos. Hacían bien lo egipcios en ponerlos adentro de las pirámides para que se comieran a la gente. Cuando veo un gato salgo para el otro lado y por un perro puedo cruzar la calle, porque muerden.
Los perros se meten con uno, vienen, te ladran, te muerden. Otra cosa que me mata, es viajar en avión, voy todo el viaje pensando: acá nos estamos por caer, nos morimos todos. No es para que le tenga miedo a la muerte en sí, le tengo miedo a la caída, a caer desde no sé cuántos metros con fuego, mujeres llorando, eso me espanta.”
Tiranías del yo que imagina situaciones fantásticas, a Juan Manuel el dan más miedo las mujeres llorando y las uñas de los gatos que la propia muerte.
Un razonamiento similar lo lleva a Sebastián Nievas (27, estudiante de la carrera de economía) a confesar su miedo a resultar preso: “Pensándolo bien, (confiesa) , hay una cosa que me asusta y que me da terror, caer preso. Hace unos meses pasé por la cárcel de Caseros y veía esas ventanitas de mierda y todo gris y uno se entera de que pasa cada cosa ahí dentro que decía: si existe el infierno debe estar en ese lugar. Yo soy un tipo tranqui, no jodo a nadie y no estoy en nada raro así que es una estupidez pensar que voy a caer preso. A veces, cuando veo una película en la que alguien es acusado injustamente me voy, no me lo banco, es más fuerte que yo…Sólo de hablarlo ahora me angustio. Pienso en que hay gente que está presa y ya me empiezo a sentir mal. Es que están tan indefensos. Además, si a vos te dicen que te vas a morir qué sé yo, la gente que está al lado tuyo va a seguir al lado tuyo, pero el que cae preso se queda solo, me da la sensación que nadie se te quiere acercar.”
Las cosas que se temen y que se evitan son muy deferentes para cada persona. Algunos tienen mucho miedo a caminar solos por la calle. Otros, a conducir un auto. “Lo que le sucede a Sebastián (interpreta la psicóloga María del Carmen Danilo cuando la cronista le relata su caso) puede perturbarlo aún más si persiste con su conducta de evitar situaciones que lo lleven a pensar en el encierro en lugar de pensar qué significa para él la palabra cárcel, cuál es en verdad la situación de encierro que está padeciendo él verdaderamente.”
Hay personas que viven en un estado crónico de miedo y se encuentran limitadas en sus posibilidades vitales. “Hay que estar muy atento a esto (advierte la psicóloga Delfina Corbanini).
Uno de los modos de combatir el miedo es compartirlo con otros que no sienten miedo a lo mismo. Compartir con otros nuestro miedo personal puede llevarnos a confrontarnos con el hecho de que para quien nos escucha, la nuestra es una situación inofensiva o responde en realidad a problemas profundos personales, no externos.”

Todo tiene un fin

Como el miedo no es sonso, Agustina Ramallo (22, estudiante de odontología), dice que “sólo le tiene miedo a volver a casa en la madrugada, miedo al robo, al asalto sexual y a la violación”.
A Beatriz Bottini (47 empleada), en cambio, la aterra la posible muerte de un ser querido. “No es miedo a mi muerte (se resguarda) porque yo soy muy creyente y creo que todo tiene un fin. Pero sí le tengo miedo a la muerte de mis hijos, tengo miedo a que les pase algo, a que alguien les haga algo, a que tengan algún accidente, eso me desespera, con eso sufre más el que lo siente que el que ves acosado. Mi hija me lo echa en cara y yo le digo que si lo pudiera evitar, lo evitaría, pero es más fuerte que yo.”
No sólo lo desvela tanta preocupación por la muerte: “También tengo miedo a quedarme sin trabajo (dice, y la acosan preguntas para las que no tiene respuesta inmediata): ¿de qué voy a vivir, con qué voy a pagar las deudas, cómo les voy a dar de comer a mis hijos?.”
Sus temores obsesivos acerca de que les puede pasar algo a sus hijos (afirma), la paralizan: “no puedo dormir, me pongo a fumar un cigarrillo uno atrás del otro y me siento en el comedor y espero y y estoy atenta al ruido del ascensor. Ahora lo estoy dominando, pero a medida que crecen te van llegando miedos distintos.
A veces pienso si no me tendré que tratar, yo le tengo miedo a la calle, al mundo…Todo está tan mal afuera, uno ve los noticieros y quiero nombrarte las películas que se me pasan por la cabeza. A veces, una de esta manera ama mal; si bien es un amor protector, al otro no lo dejás vivir…Yo supongo que lo mío viene de mi infancia, porque mi mamá era muy miedosa y me debe haber llenado de miedos.”
Guadalupe Diorio (24, estudiante de Psicología) también reconoce que su temor pasa por la muerte de algún ser querido. Pero ese miedo a la pérdida se generaliza cuando reflexiona: “También puedo tener miedo a que me roben o a que lastimen a los que quiero…Pero me parece que ese es un temor generalizado que responde a la sociedad en que vivimos”.
Carlos Osvaldo Schprejer (62, psiquiatra, director del Centro Argentino de Psicoterapia) cree imprescindible diferenciar entre angustia, miedo, y pánico. “Angustia (enseña) es un estado de ansiedad con temor, más bien es inespecífica, la especificidad la va a dar el descubrimiento del motivo, se presenta con expresiones somáticas y puede ser patológica o una señal de precaución. Este es un rango sano de la persona. El pánico, en cambio, es paralizante”.

Miedo al ridículo

La estudiante de diseño gráfico Susana Diafas (35) reconoce que sus miedos pasan por otro lugar. “Me siento muy mal (apunta), en los lugares en que hay mucha gente, no me gusta. Nunca me gustó mucho, pero desde que tengo 23 no voy a ninguna reunión. Me siento incómoda, no sé qué decir y…No sé, no me gusta, no voy. Cuando estoy acompañada quizás sí voy a algún lugar, pero a las fiestas no y a las reuniones donde hay mucha gente, si no son de mi familia, tampoco. No me gusta porque siento que me miran como si fuera ridícula, no tengo temas para hablar, no sé. La última fiesta a la que fui fue una que organizaban en un club. Pero no lo puedo explicar: no me gusta hablar con gente que no conozco, no me gusta bailar, me siento mal. Esa vez me descompuse, me encerré en el baño y después le pedí a uno de los chicos que venía con nosotras que me acompañara a mi casa.”
Su caso, aunque parezca simple, no lo es: se calcula que solamente el 18 % de la población (fuente Jorge Mahaluf, Atrévase, editorial Grijalbo) se define como seguro de sí mismo seguro de sí mismo, mientras que del 40 al 50 por ciento declara categóricamente haber sido tímido en algún momento de su vida, “tímido por temor a hacer el ridículo”. La experiencia del ridículo y su emoción (la vergüenza) es sin duda privativa del ser humano, ya que surge de la percepción de que es observado y, en consecuencia, valorado por otros.
Mahaluf advierte que es ésta “una emoción que trata de evitarse a cualquier precio”, abandonando todo contacto social o, por el contrario, ocultándola en un comportamiento totalmente desinhibido.”
Considerado como una fobia social, el miedo a hacer el ridículo está emparentado, según este autor, con el temor al empobrecimiento cultural y económico, y a la incapacidad de autovalorarse.
Daniel Pacheco (26, estudiante de Relaciones Públicas) reconoce que uno de sus dos temores centrales, es precisamente, el miedo a la miseria. “El otro, (infiere) es incomprensible. Les tengo miedo a los trenes. Hasta hace dos años más o menos, me descomponía estando arriba del tren, pensaba en bajarme estando en movimiento. También tengo muchísimo miedo a perder mi libertad. Trabajaba en una oficina haciendo prensa, renuncié el año pasado porque no me gustaba el lugar, me molestaba tener que marcar tarjeta. La dificultad es que mirar el cielo nunca dio plata…Quizás por eso le tengo tanto miedo a la miseria y a la pobreza económica y también a la cultural, tengo miedo a terminar como un sin techo.”
Ese tipo de sufrimiento psicológico por el que atraviesan algunas personas no siempre requiere tratamiento terapéutico.
“Solamente cuando la ansiedad se convierte en miedo al miedo es cuando hay que pensar en la psicoterapia (señalan Sandra Sesaroly y Roberto Lorenzini en su libro Miedos y fobias, editorial Paidós). Cuando las personas experimentan esa ansiedad creciente, creen que hay un peligro alrededor cada vez más fuerte y se sienten al borde del abismo, deben hacer alguna consulta, porque sus miedos se están convirtiendo en fobias y empiezan a aparecer los signos de una enfermedad que resulta doloroso sobrellevar. Explorar el mundo de sus miedos les permitirá volver a ser las personas razonables que fueron antes de sus ataques de pánico.

Qué hacer para superar el miedo
Por la Lic. Iris Pugliese, psicóloga

Para superar el miedo o los miedos normales que experimentan las personas en el transcurso de sus vidas es muy importante:
a. La comprensión por parte del entorno familiar.
b. No inducir a la aproximación supuestamente “valiente” al objeto o situación temida. Esto será contraproducente y aumentara el miedo hasta el punto de generar una fobia.
c. Contener emocionalmente, acompañar, explicar o mostrar la falta o mínima peligrosidad del objeto temido sin forzar la situación.
d. Si se trata de un chico se puede conversar con él para ver el porqué de los miedos y las circunstancias en que hicieron su aparición por primera vez.
En el caso de los adultos podemos agregar que todas las conductas que llevan a la superación del miedo tendrán carácter psicoprofiláctico. Así, será normal que una mujer tenga miedo al parto y en ese caso la psicoprofilaxis obstétrica será la manera adecuada para que supere los temores y lo pueda asumir exitosamente.
Para quien se tenga que someter a una intervención quirúrgica, del mismo modo vendrá bien llevar a cabo un proceso de psicoprofilaxis quirúrgica.
Aquellos que tengan incertidumbre referida a su futuro laboral podrán hacer una orientación vocacional. Pero, en todos los casos, cuando los miedos no se van espontáneamente, la presencia, el afecto, la comprensión y la enseñanza de otro que domine el tema serán de gran ayuda para que el miedo no se apodere de la persona y gobierne su vida.
A veces, al menos hay que tener el suficiente valor para pedir ayuda a la persona adecuada en el momento oportuno.

Cuando el que habla es el cuerpo

(Manifestaciones corporales que indican miedo y ansiedad)
Ráfagas de calor o escalofríos
Dolor en el corazón
Dificultades para respirar o sensación de ahogo
Opresión en el pecho
Sensación de mareo, de inestabilidad o de desmayo
Sensación de atragantamiento
Sensación de vértigo
Náuseas
Calambres o dolor abdominal
Sensación de hormigueo, entumecimiento o adormecimiento de alguna parte del cuerpo (parestesia)
Cefalea
Palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado (taquicardia)
Sudoración
Hiperventilación
Inspiraciones forzadas
Aumento de la presión arterial sistólica
Temblores
Aumento de la temperatura del cuerpo (hipertermia)
Frecuencia exagerada de la micción
Diarrea

Fuente: Sandra Sassaroli, Miedos y fobias

¿Usted tiene estas sensaciones?

(Manifestaciones subjetivas que indican miedo y ansiedad)
Sensación de malestar
Sensación de irrealidad respecto de las cosas o respecto de uno mismo
Sensación de catástrofe inminente
Miedo a morir
Miedo a desmayarse y perder la conciencia
Miedo a enloquecer
Miedo a perder el control
Miedo a provocar desastres
Miedo a llamar la atención
Fuente: Sandra Sassaroli, Miedos y fobias

Reacciones de la mente y el aparato psíquico

(Manifestaciones psicosensorilaes que indican miedo y ansiedad)
Desrealización
Cambios de la intensidad luminosa
Cambios de la intensidad auditiva
Sensación epigástrica
Despersonalización
Sensaciones vestibulares en el oído
Aceleración del ritmo del pensamiento
Modificación perceptiva de la distancia
Enlentecimiento de la noción de tiempo
Fuente: Sandra Sassaroli, Miedos y fobias

Mensajero de la intuición

La intuición es el arma de defensa por excelencia de cualquier persona. “Siempre te envía un aviso significativo para que puedas actuar sin equivocarte demasiado (sostiene el psicoanalista norteamericano Guy Claxon). El principal mensajero que te envía la intuición es el miedo y no te quepan dudas: siempre hay que escuchar al miedo cuando aparece
Hay que prestarle más atención que al recelo, a la desconfianza, a la vacilación, a la duda o al presentimiento.
Actúa en función de lo que te dice el miedo y no vas a errar demasiado. No te estoy hablando de los miedos paranoicos, injustificados, esos que crea tu mente para producirte disturbios y confundir tu proceder. Hablo del miedo real. En estos casos el miedo es una sensación persistente, que puede llegar a angustiarte, pero que facilitará enfrentar el problema o huir de él.”

No acorte su vida

Gavin de Becker es un psicoanalista experto en prevención. Fue tres veces asesor presidencial de los Estados Unidos y acaba de publicar un libro (El valor del miedo, Editorial Urano) que analiza las señales de alarma que protegen a las mujeres de la violencia. Entre otras cosas sostiene: “La relación ente el miedo verdadero y el justificado (la preocupación) es análoga a la relación que hay entre el dolor y el sufrimiento. El dolor y el miedo son componentes necesarios de la vida. Sufrir y preocuparse son componentes destructivos e innecesarios. Yo he llegado a la conclusión de que el miedo injustificado impide pensar con claridad, es una pérdida de tiempo y acorta la vida. Cuando se preocupe pregúntese a sí mismo “¿Y esto, de qué manera me sirve? Para estar libre del miedo hay que perseguir tres objetivos:
1. Cuándo sienta miedo, escúchese.
2. Cuando no sienta miedo, no lo fabrique.
3. Si se descubre a sí mismo creándose preocupaciones, analice y explore el porqué.”

DSM IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) American Psychiatric Association

Las dificultades más conflictivas que plantea el miedo son: asistir a fiestas (76%), mantener conversaciones (64%), iniciar conversaciones (60%).

Encuestada una población de 100 enfermos, surge que la forma más común de fobia social es el temor a hablar en público (70,3%) y a no saber comportarse correctamente en situaciones formales (81%)

Es típica la presencia del miedo y de conductas de evitación con relación a intervenciones médicas de carácter invasivo (injecciones, suturas, extracción de sangre, etc.) o ante la sola visión de heridas de sangre. Los desmayos son característicos de esta fobia. Se estima que alrededor del 75% de los que padecen esta fobia han presentado múltiples desmayos en relación con procedimientos médicos o por la visión de sangre. La mayoría de los que presentan esta fobia son mujeres (55 % a 70%).
Fuente Jorge Mahaluf

Apostillas

“No hay hombre más miedoso que el que engaña a los otros”, Fray Luis de León
“El pobre está lleno de miedos e imagina que el mundo lo desprecia”, Menandro de Atenas.
“Si te falta el miedo, no tienes nada”, Francis Bacon.
“El miedo es un buen sirviente, pero un mal amo”, Balzac

Para seguir leyendo

¡Atrévase!, Jorge Mahaluf, Grijalbo.
La sabiduría de las emociones, Norberto Levy, Plaza Janés.
Miedos y fobias, Sandra Sassaroli y Roberto Lorenzini, Paidós.
El valor del miedo, Gavin de Becker, Editorial Urano.
La psicoterapia al alcance de todos, Víktor E. Frankel, Editorial Herder.